jueves, 1 de agosto de 2013

Discurso de Eumenes Fuguet Borregales


  Cumpliendo los postulados de esta ilustre corporación, de fructífera labor pedagógica, rectora de la historia del estado Carabobo¸ el 5 de abril del 2008 me permitieron el alto honor de ingresar como Miembro Correspondiente, exponiendo el tema “tres monumentos faltan el glorioso Campo de Carabobo”. De nuevo cumpliendo con el precepto tradicional y reglamentario, gracias a la confianza y generosidad de la Junta Directiva y los señores individuos de número, me han concedido la honra de incorporarme como Individuo de Número, presentando a su digna consideración “Apología del general en jefe Antonio José de Sucre, el prócer más puro de la independencia americana” . Hónrome sustituir en el seno de la Academia  al doctor José Clavo López quien ocupó el Sillón letra “S”, brillante jurista valenciano de amplia y reconocida trayectoria, de atildado estilo, autor de varias obras que engalanan las bibliotecas del estado, destacado docente, fundador de instituciones sociales y culturales en Valencia y Puerto Cabello. De amplios conocimientos, experiencia educativa y activa
participación, con una clara trayectoria basada en la laboriosidad y la sencillez. Acudimos a una cita con la historia y con nuestro memorable pasado, porque la historia es madre y maestra, está en constante movimiento, porque no es otra cosa que la vida misma; ella permite desentrañar los orígenes de las brumas del tiempo, nos despierta una inusitada preocupación por llegar al fondo de los acontecimientos que dieron nacimiento a la formación de los pueblos. La mejor vía para interesar a nuestros paisanos es hacerles ver que, el pasado tiene consecuencias en el presente, y de esto depende el futuro; de allí  que: “Un pueblo que no conozca su pasado, está irremediablemente condenado a repetirlo”. La mayoría de los venezolanos que hicieron la independencia, no eran fundamentalmente diferentes de sus padres y de sus abuelos; eso si, tuvieron una gran oportunidad que quizás los otros no tuvieron, y supieron mostrarse a la altura de ella.  La tarea en estos convulsionados tiempos, es la de rescatar la cultura y la herencia histórica; posiblemente hoy despertamos a los muertos, pero también es importante desvelar a los vivos, para que puedan internalizar el significado del pasado; y puedan cumplir el importante rol que por tarea implícita o deducida deban ejecutar. No volvamos la mirada al pasado para extasiarnos en su grandeza y significado, sino que nos sirva para reflexionar y rememorar las jornadas y los protagonistas que nos enaltecen. Venezuela dio para sí y para el mundo cinco grandes embajadores a saber: Generalísimo Francisco de Miranda, el más universal de los venezolanos.

Libertador Simón Bolívar, Padre de seis naciones.

Don Andrés Bello, Padre de la Gramática Americana.

Don Simón Rodríguez, precursor de las Escuelas Técnicas en América; todos nacidos en Caracas.     1

Gral. en jefe Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho, representante de la juventud y de la provincia , nacido en Cumaná, de quien nos referiremos en esta valiosa oportunidad. Corta pero fructífera  fue la vida de Sucre, como suele ser el destino de los grandes  hombres que hacen sentir los valores de la verdad, la moral y la libertad. Vio la luz primera en la primogénita Cumaná  el 3 de febrero de 1795, hijo del coronel Vicente Sucre y Urbaneja y Doña María manuela Alcalá, por cierto  Don Vicente dejó honda huella como prócer de la independencia, con el doctor José María Vargas, estuvo prisionero en las bóvedas de La Guaira en 1812; dio la libertad a sus esclavos incorporándolos a la lucha emancipadora; su mayor aporte fueron sus hijos, muchos de ellos sacrificados en el avatar bélico. Cual balanza de la justicia  su destino estuvo señalado por la desgracia y la gloria; pasó diez años en Venezuela en el tiempo del aprendizaje, aplicando la táctica como subalterno  desde 1810 hasta 1820,  y fuera de Venezuela como jefe y estratega  desde 1820 a 1830. Huérfano de madre, el niño “Antoñito” como se le conocía, es llevado a Caracas de la mano de su tío y padrino el sacerdote Antonio Patricio Alcalá, Arcediano de la Catedral. En 1808 inició estudios de matemáticas e ingeniería en la recién creada academia del coronel español Tomás Mires. Al presentarse los acontecimientos del memorable 19 de abril de 1810, es enviado a Cumaná donde ingresa  en calidad de cadete en la Compañía de Nobles Húsares de Fernando VII, unidad de honores dirigida por Don Vicente. A los quince años egresa  como subteniente de las  Milicias Regladas de Infantería el 12de julio de 1810, ese año inicia su proyección en la historia como soldado y esclavo del deber y del honor. En octubre de ese año la Junta Suprema de Caracas lo designa Oficial de ingenieros y enviado a Margarita para ejecutar obras de mantenimiento en los fuertes allá existentes. El 31 de julio de 1811 recibe el despacho de teniente de ingeniería. La capacidad e iniciativa son tomadas en cuenta para designarlo oficial de artillería en Barcelona. Al poco tiempo es designado para integrar el estado mayor  personal del generalísimo Francisco de Miranda durante las operaciones sobre Valencia en julio y agosto de 1811; en esa oportunidad estará también al lado del futuro Libertador, recibiendo ambos su bautizo de fuego el 22 de julio. Sobre esa actividad tomamos nota de lo expresado por el apreciado consocio, Cronista de la Ciudad y de la Universidad de Carabobo, el doctor y académico Guillermo Mujica Sevilla (cito):                                         

“Valencia se ha honrado, a través de los tiempos, honrando al Mariscal Sucre. Es nuestro deseo que él, desde el Nirvana de los hombres justos y geniales donde se encuentra, desde el Panteón de nuestros Héroes, mire  a Valencia y piense: Nací en Cumaná, que quiero; pero tengo una ciudad que siempre me ha querido, y a la que quiero mucho: Valencia.                                      2

Me siento orgulloso de ella, no solo por su historia, sino porque sus hombres y mujeres, jóvenes y adultos, han seguido la senda positiva que les indiqué en mi corta vida”. “No es casualidad que esta ciudad se encuentre cerca del Campo de Carabobo. Ni es casualidad que en ella la Estatua de la Libertad que me representó tanto tiempo, siga con el brazo en alto, señalando, como yo senderos y esparciendo la Luz” (fin de la cita); lamentablemente esa estatua obra del escultor Giovanni Turini, colocada en esta ciudad en febrero de 1895, dedicada al primer centenario del natalicio del ilustre cumanés, conocida como  “la peregrina”, ubicada inicialmente en la Plaza Sucre hasta 1930, cuando se colocó en San Blas, y luego en la parte este de la ciudad, donde  fue  dañada y desaparecida, sin tomar en cuenta que antes de ser objeto político, fue un homenaje de Valencia al “Prócer mas puro de la independencia americana”. Estudiamos que al perderse la Primera República con la capitulación de Miranda el 25 de julio de 1812, Domingo Monteverde viola los acuerdos capitulares,  Sucre se traslada hacia Cumaná, escondiéndose con sus hermanos en la hacienda de Cachamaure, cerca de Cariaco. Iniciada la invasión desde el islote de Chacachacare al mando del coronel Santiago Mariño el 13 de enero de 1813, este joven de dieciocho años se incorpora al ejército oriental, formando parte del Estado Mayor.  Según opinión de sus jefes y subalternos, este paladín se destaca por su espíritu de trabajo, el celo en la ejecución de sus tareas, la discreción y sobre todo el interés que  le pone a cada orden  y a cada movimiento. Las fuerzas de oriente y occidente se reúnen en La Victoria el 5 de abril de 1814, Mariño acepta la jefatura del Libertador, se trasladan a Valencia, donde triunfarán en la Primera batalla realizada en la sabana de Carabobo el 28 de mayo  de 1814. La caída de Venezuela en 1814, permitirá una de las demostraciones más contundentes de la grandeza militar de Sucre como inmediato del impetuoso José Francisco Bermúdez; será Cartagena de Indias y las acciones desesperadas y heroicas de su defensa, las que se anidaban en el alma del joven teniente coronel.  Como oficial de ingeniería fue encargado de las obras  y emplazamiento de las piezas de artillería en la fortaleza de La Popa; famoso son los pontones para el muelle que colocó este hijo de Cumaná. La fuerza española superior en número y en  logística, hace inútiles los esfuerzos, y Cartagena la heroica, será un símbolo eterno de la grandeza humana ante un avasallante enemigo. Tras ciento dieciséis días de férreo asedio, el 5 de diciembre de 1815 los republicanos y con ellos Sucre, pudieron desengancharse para trasladarse en la goleta “Constitución”, propiedad del prócer francés Renato Beluche hacia Jamaica y Haití. Sucre sin participar en la Expedición de los Cayos de San Luís, de Haití pasa a Trinidad. Al dirigirse  a Cumaná accede náufrago y solitario. Pronto se incorpora al ejército de Mariño y Bermúdez.    3

Sus méritos le merecen el ascenso a coronel el 1ro de diciembre de 1816, grado que sería ratificado por Bolívar el 6 de agosto de 18. En la región oriental se había reunido una Junta de Oficiales el 8 de mayo de 1817, actividad conocida como el “Congresillo de Cariaco”, donde se desconocía la autoridad de Bolívar; Sucre y Urdaneta se encontraban en Cumanacoa, y al recibir  la decisión del Congresillo, negándole su apoyo, en muestra de lealtad decidieron trasladarse a Guayana en busca del Libertador; Sucre es designado comandante del Cuerpo de Infantería del bajo Orinoco y jefe de Guayana La Vieja; a partir de este momento de la historia, Bolívar y Sucre mantendrán una amistad imperecedera. El 4 de octubre de 1817 es designado Bermúdez comandante de la  provincia de Cumaná, y Sucre como jefe del estado mayor,  ante este importante nombramiento solicitó al Libertador el Manual de los Estado Mayores del francés Manuel Thiebault; Sucre diría:”Sin dicho libro, podré cometer faltas que no estarán a mi alcance”. El vicepresidente  de la República de Colombia-La Grande, Francisco Antonio Zea,   tomando en cuenta los indiscutibles méritos del joven oficial, lo asciende en agosto de 1819 a general de brigada, grado ratificado por Bolívar  el 16 de enero de 1820 en San Juan de Payara, lugar de los llanos apureños, donde le asigna una delicada misión en el aspecto logístico, llevará sesenta mil pesos en oro y plata que tenía que recoger en Angostura  para adquirir en Saint Thomas a través del señor Vincent Benedetti: cuatro mil fusiles con sus respectivas bayonetas, trescientos sables, mucho papel, pólvora y plomo. Cumplida exitosamente la misión, al presentársele al Libertador en Cúcuta para rendir cuenta de su cometido. Al verle llegar montado en una mula, Daniel Florencio O´Leary, edecán del Libertador, que no lo conocía expresa: ¿Mi general, quien ese mal jinete que se aproxima ¿  Bolívar le contesta: “Es Sucre, uno de los mejores oficiales del ejército, reúne los conocimientos profesionales de Soublette, el bondadoso carácter de Briceño Méndez, el talento de Santander y la actividad de Salóm; por extraño que parezca, no se le conocen, ni se sospechan de sus aptitudes; estoy resuelto a sacarle a la luz, persuadido que algún me rivalizará. El 27 de septiembre de 1820 desde el cuartel general de San Cristóbal; el Libertador lo designa  encargado de la Secretaría de Marina y Guerra. Su capacidad  le permite ser nombrado el 16 de noviembre de 1820 Jefe del Estado Mayor del Ejército en reemplazo del general Carlos Soublette ascendido a vicepresidente interino. El alzamiento producido en España el 1ro de enero de 1820 en Cádiz  contra el rey Fernando VII por violar la Constitución de Sevilla promulgada el 19 de marzo de 1812, impide el envío de  diez mil soldados en refuerzo de las menguadas tropas de Morillo, quien fue autorizado en abril de 1820 para lograr un entendimiento  con Bolívar.

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Sucre fue designado para presidir las negociaciones acompañado del coronel Pedro Briceño Méndez y del teniente coronel José Gabriel Pérez. Las conversaciones se iniciaron el 22 de noviembre, culminando el 26 con los Tratados de Armisticio y Regularización de la guerra,  ratificados y firmados por Bolívar y Morillo, sellados mediante un abrazo en Santa Ana de Trujillo. El Libertador escribiría: “Este Tratado elaborado por Sucre, es digno del alma de aquel negociador, la clemencia, el genio de la beneficencia lo dictaron, él será tan eterno como el más grande monumento de la piedad aplicado a la guerra, él será eterno como el nombre del vencedor de Ayacucho”. Esta diligencia negociadora, permitió que en el Congreso de Historia realizado en Bucarest en 1980, a propuesta del doctor e historiador ecuatoriano Jorge Salvador Lara, Sucre haya sido designado “Precursor del derecho Humanitario Internacional”, adelantándose 43 años a la creación del Comité Internacional de la Cruz Roja  y 44  años de los Tratados de Ginebra. La diligencia de Sucre en Trujillo, permitió humanizar la beligerancia mediante el canje de prisioneros, no llevar los conflictos a las poblaciones, honores a los fallecidos, atención a los heridos los cuales no deben considerarse como prisioneros de guerra; delicada misión que revelan a un Sucre  diplomático,  eficiente y sin idea de venganza. El 21 de enero de 1821 en Bogotá, es designado Comandante del Ejército del Sur; le correspondería iniciar la marcha al Sur, tan llena de problemas como de gloria, oportunidad para tomar decisiones bajo su única y exclusiva responsabilidad.  Iría acompañado como buen ingeniero de su escuadra, compás, lápiz, juventud y voluntad de vencer; ningún oficial había recibido tanta confianza y puestas las esperanzas en la redención de los pueblos. Al pasar por Cuenca, funda en marzo de 1821 la Corte de Justicia. Una vez reforzado el ejército, y resuelto el problema político se moviliza hacia Yaguachi, donde triunfa el 12 de agosto, luego derrotado  el 12 de septiembre en Huachi. Sin perder tiempo prepara una ofensiva sobre las posiciones realistas en Quito. La noche del 23 de mayo de 1822, avanzó sigilosamente con sus batallones, sorteando precipicios y desfiladeros, bajo lluvia y baja temperatura; muchos de los soldados para mitigar el frío se flagelaban; nuestro “poeta del pueblo” Andrés Eloy Blanco al referirse a nuestros paisanos diría: “Que en una mañana fría un llanero le preguntaba a otro, ¿tienes frío¿  recibiendo como respuesta… para que frío, si no tengo cobija. La Sorpresa empleada por Sucre al cambiar su dispositivo de la noche a la mañana, le permitió  coronar con éxito la cima del volcán Pichincha a 3.200 metros de altura, frente a la señorial ciudad de Quito,

                                              

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Cuyos habitantes presenciaron cual pantalla gigante, la acción iniciada a las 8 de la mañana del 24 de mayo contra el general  Melchor Aymerich. 

En el Fuerte Panecillo cercano a Quito, el héroe cumanés ofreció  una honrosa capitulación. Bolívar triunfante en Bomboná el 7 de abril, al enterarse del triunfo de Sucre, apuró la marcha para entrar a Quito el 16 de junio, ascendiéndole el 18  de junio  a general de división y designarlo Intendente de la ciudad. El libertador escribiría al referirse al  triunfo en Pichincha “Cima de la libertad”:”Esa batalla consumó la obra del celo de Sucre, de su sagacidad, de su valor…aquellos pueblos veían en el  su Libertador, su amigo, se mostraron más satisfechos del jefe que les era destinado, que de la libertad misma que recibían de sus manos”. Así  demostraba Sucre la confianza en él depositada, iba cerro arriba, historia adentro buscando la victoria.  Capaz de luchar en cualquier tipo de terreno, sin escogerlo y sin exponer sus tropas a las derrotas;  sus planes de operaciones eran simples, sencillos y eficientes. Como Intendente de Quito; supervisó el pago de impuestos y su debido uso; ordena que sea el mérito quien determine los ascensos de los empleados públicos; allá conoce a Mariana Carcelén y Larrea Marquesa de Solanda y de Vilarocha, joven de diecisiete años, su futura esposa luego de seis años de ausencia. Sucre Emitió una Ordenanza para el Aseo Urbano el 19 de agosto de 1822, la más antigua que se conoce en América. El 13 de abril se embarcó con destino al puerto peruano de El Callao, para continuar a Lima a fin de resolver  problemas de carácter político y militar. Bolívar llega a Lima el 1ro de septiembre de 1823. Ambos Inician las operaciones el 29 de julio de 1824 desde la población de Huaraz. El 6 de agosto de 1824, se realiza el combate de Junín, cerca de la población de Reyes, a más de tres mil metros de altura, combate “silencioso” contra el general realista José de Canterac, encuentro armado  realizado con armas blancas: cuchillos, sables, lanzas y bayonetas, no se efectuó ningún disparo; las tropas  ejecutaron el famoso “Vuelvan Caras”; Sucre no participó en el combate por venir avanzando con la infantería a ocho kilómetros de distancia del la caballería. Ambos ejércitos quedaron seriamente disminuidos. El Libertador le ordena a Sucre  reorganizar la parte logística del ejército, misión cumplida con prontitud y eficiencia. Molesto de estar en la retaguardia, realizando una actividad que bien la hubiera cumplido un oficial subalterno; le escribe al Libertador desde Jauja el 27 de agosto. Bolívar le contesta desde Huamanga el 4 de septiembre diciéndole que le había encomendado esa misión por considerarlo el más capaz para cumplirla, lo consideraba el general del soldado; la gloria de Sucre está en ser grande y  ser útil. Concluye Bolívar su misiva:     



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“Si usted quiere venir a ponerse a la cabeza del ejército yo me iré atrás y usted marchará adelante para que todo el mundo vea que el destino que he dado a usted no lo desprecio para mí. Soy de Ud. de todo Corazón. Bolívar. Previo al combate de Junín, el Congreso de Colombia revocaba al Libertador el mando de las tropas en el Perú, dejando encargado el 6 de octubre a su hombre confianza, en la continuación de las operaciones como Comandante del Ejército Libertador indicándole:  “Haga usted lo que mejor le parezca, y esta  autorización no incluye ni modificación ni restricción”. En su avance hacia las posiciones enemigas le correspondió movilizar su ejército por escarpadas montañas a mas de tres mil metros de altura teniendo como enemigo al fuerte frío conocido como “soroche”, causante de muchas bajas, lo  minimizaba  dándole a la tropa ajo y cebolla; sabía que se enfrentaría a un ejército superior en número y en logística, tenía que utilizar los recursos disponibles y su don de mando para mantener en alto la moral de su ejército integrado por bravos soldados de catorce naciones. Se desengancha de una emboscada el 3 de diciembre de 1824, en el sitio conocido como Corpahuayco, permitiéndole avanzar hasta la población de Quinua en el sitio Ayacucho, que  en voz quechua significa “rincón de los muertos”. El 9 de diciembre de 1824 antes de enfrentarse al ejército del virrey José de la Serna, el joven general de 29 años arengando a su ejército, diría al concluir: “Soldados de los esfuerzos de hoy, pende la suerte de América, otro día de gloria va a coronar vuestra Constancia”. En un combate de tres horas  obtiene el resonante triunfo ante  un ejército derrotado más no humillado, ofreciéndole la capitulación más honrosa de todas las habidas en la historia universal. En el mismo campo sobre una roca de su puño y letra le escribe al Libertador.”Está concluida la guerra, completada la libertad del Perú, me he tomado la libertad de realizar ascensos y recompensas para los oficiales que se destacaron en la magna batalla…por premio para mi, pido a usted me conserve su amistad”…  El 27 de diciembre el Libertador emite en Lima  un decreto donde exalta  la grandeza de Sucre y en reconocimiento lo designa Gran Mariscal con el sobrenombre de “General Libertador del Perú”.  El 12 de febrero de 1825 el Congreso Constituyente del Perú dictó un Decreto reconociéndolo con el dictado de “Gran Mariscal de Ayacucho”. El Congreso de Colombia lo asciende el 14 d febrero de 1825 a “general en jefe”. La Municipalidad de Lima le entrega una espada de oro guarnecida con mil ciento setenta y ocho diamantes. La población de Cochabamba le regaló una pluma de oro guarnecida con perlas, la cual regaló a la municipalidad de Cumaná, para que sus paisanos escriban las hojas brillantes que caben a Cumaná en la historia de la revolución emancipadora y los sacrificios heroicos de este generoso pueblo  en la guerra de independencia”.  7

A la única persona a quien Bolívar le escribe una biografía es a este oficial joven; al informárselo en febrero de 1825  expone: “Usted créame general, nadie ama la gloria tanto como yo, jamás un jefe ha tributado mas honor a un subalterno. Ahora mismo se está imprimiendo una relación de la vida de Usted hecha por mí. Cumpliendo con mi conciencia, le doy a Usted cuanto merece; esto lo digo para que vea que soy justo; desapruebo mucho lo que no me parece bien, al mismo tiempo que admiro lo que es sublime”. En relación a la batalla de Ayacucho y al héroe escribió: El general Sucre es el Padre de Ayacucho, es el redentor de los hijos del sol, es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los incas. La posteridad representará  a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco Capac y contemplando las cadenas del Perú rotas por su espada”.   Sucre continúa su marcha hacia Cuzco para llegar al Alto Perú –hoy Bolivia; en su avance encuentra las ruinas de Tiahuanaco, disponiendo su preservación por ser  preincaicas; en La Paz firma el 9 de febrero de 1825 un decreto mediante el cual convoca a una Asamblea de Diputados de las cuatro Provincias Alto peruanas a saber La Paz, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca, con el fin  de  que  decidan  democráticamente  su  destino;  de  esta manera,  Sucre  se adelantaba ciento cincuenta años al “Principio de Autodeterminación de los Pueblos”. En el altiplano es designado Presidente Provisional del Alto Perú en mayo de 1826. El 9 de diciembre elegido Presidente Constitucional; en cuyas funciones dictó decretos para mejorar la beneficencia pública, la educación, la salubridad, la hacienda y los servicios públicos, decreta amnistía general, libertad de prensa  y de culto, igualmente realiza tratados comerciales con Perú y decreta la entrega de tierras a los indios, organiza la agricultura y saca los cementerios de las iglesias. Su desprendimiento era de tal magnitud que donó los veinticinco mil pesos que le había otorgado la Asamblea Nacional  a las viudas e hijos de los soldados que lucharon en Ayacucho. Sin ambiciones de permanecer en el poder y esperando la reunión del Congreso para presentar su renuncia con el deseo de regresar a Quito, sufre el 18 de abril de 1828 un alevoso atentado, producto de una insurrección de la Primera Compañía de Granaderos a caballo  de la guarnición de Chuquisaca propiciada desde Lima, que le deja imposibilitado el brazo derecho;  recibe el remoquete de “el manquito”. Al serle aceptada la renuncia el 2 de agosto de 1828, el Congreso la lee el día 6; mensaje de hondo contenido humano donde se despide de los bolivianos: “…Me despido de vosotros y de Bolivia, al separarme haré una confesión ingenua, mis sentimientos los he sometido a ella…he observado que en la política no hay amistad ni odio, sino que debe llenar la dicha del pueblo que se gobierna.            8

…La constitución me hace inviolable y ninguna responsabilidad me cabe por actos del gobierno, pero pido que se me destituya de esta prerrogativa, y que se examine escrupulosamente toda mi conducta…si se justificara una sola infracción de la ley, volveré de Colombia a someterme al fallo de las leyes… les pido como premio, no una recompensa material, ni dinero, ni haciendas, ni honores, pido que se  examine mi conducta, que se me despoje del atributo constitucional que me hace inviolable”.  “No he hecho gemir a ningún boliviano, ninguna viuda, ningún huérfano solloza por mi causa. He levantado del suplicio, porción de infelices condenados por la ley y he señalado mi gobierno por la clemencia, la tolerancia y la bondad… en el retiro de mi vida, veré mis cicatrices, y nunca me arrepentiré  de llevarlas, cuando me recuerden, que para formar a Bolivia, preferí el imperio de las leyes, a ser el tirano o el verdugo que llevara siempre una espada pendiente sobre la cabeza de los ciudadanos. El joven cumanés parte de Bolivia el 2 de agosto de 1828 para llegar a Quito el 30 de septiembre, con quien se había casado por poder el 20 de abril de ese año. El 28 de octubre de 1828 es designado Jefe del ejército Colombiano para la Campaña contra la insensata invasión peruana al mando del general José La Mar  a quien derrota en la batalla de Tarqui el 27 de enero de 1829, con una honrosa capitulación, Sin disfrutar del calor hogareño es designado diputado por Cumaná ante el Congreso Admirable reunido en Bogotá el 20 de enero de 1830 donde es elegido Presidente y enviado en comisión diplomática a Venezuela en compañía de monseñor José María Estéves Obispo de Santa Marta,  vicepresidente del Congreso y el diputado Francisco Aranda, con la finalidad de lograr salvar la unidad  grancolombiana,  sueño del Libertador. La comisión apenas pudo llegar hasta La Grita y Táriba, teniendo que devolverse  por no encontrar receptividad y verse amenazados por parte de las autoridades venezolanas. Sería la última vez en tocar territorio venezolano. Al regresar a Bogotá para despedirse del Libertador, éste había salido el 8 de mayo con destino a Cartagena, Sucre le escribe una emotiva misiva de despedida: “Mi general he ido a casa de usted para acompañarlo, ya se había marchado. Acaso esto es un bien, pues me ha evitado el dolor de la mas penosa despedida. Ahora mismo comprimido mi corazón no sé que decir a Usted…Adiós mi general, reciba Usted por gaje de mi amistad, las lágrimas que en este momento  me hace verter la ausencia de usted. Sea feliz en todas partes y en todas partes cuente con los servicios y con la amistad de su mas fiel y apasionado amigo”. Bolívar le contesta desde Turbaco: “La apreciable carta de Ud. sin fecha en que se despide de mi, me ha llenado de ternura, y si a Ud.  le costaba escribírmela ¿Qué diré yo¿ que no tan solo me separo de mi amigo sino de mi patria….          9

Yo me olvidaré de Ud. cuando los amantes de  la gloria se olviden de Pichincha y Ayacucho. Sucre deseaba regresar a Quito para estar el 13 de junio presente en la festividad de su patrono San Antonio de Padua; le recomendaron la ruta puerto de Buenaventura- Guayaquil- Quito, la cual desecha por la duración,  escogió la ruta Bogotá-Neiva-Popayán-Pasto-Quito; era la crónica de una muerte anunciada. En el diario El Demócrata de Bogotá apareció  el 1ro de junio un aviso:”Ojalá se pueda hacer con Sucre, lo que no se pudo con Bolívar”, se refería al atentado donde salió ileso el Libertador el 25  de septiembre de 1828. En las paradas que realizaba la caravana de siete personas, que incluía al diputado de Cuenca el Dr. José Andrés García Trellez, eran alertados sobre un inminente atentado, entre ellos monseñor Rafael Mosquera obispo de Popayán en cuya residencia pernoctaron el 29 de mayo. El fatídico 4 de junio, se adentran en la selva de Berruecos y en la Jacoba en el sitio conocido como El Cabuyal, los tres asesinos camuflados en la espesura le llaman… general Sucre,  al voltear, recibe un balazo en la cabeza, otro en el cuello y el tercero en el pecho, apenas pudo exclamar  ¡ay balazo!   Sus acompañantes huyeron despavoridos hacia La Pascana de la Venta. El inmaculado mariscal quedó tendido en el suelo veinticuatro horas, muerto en la niebla oyendo crecer la soledad, acompañado de su fiel mayordomo Lorenzo Caicedo quien piadosamente le colocó una improvisada cruz en el sitio de La Capilla. A los seis días llegó Caicedo a Quito con la infausta noticia a la viuda Doña Mariana Carcelen y Larrea, entregándole las botas y el sombrero del ilustre paladín. Doña mariana ordena que traigan el cadáver con el toda la discreción y secreto posible. El 2 de julio en La Popa- Cartagena, Bolívar recibe en horas de la noche la ingrata noticia exclamando: “Santo Dios se ha derramado la sangre del Abel de América”. El Libertador  lo consideraba “Mi otro yo”. En la voluntad testamentaria del Libertador realizada el 10 de diciembre de 1830 en la Quinta San Pedro Alejandrino en Santa Marta, expresa en el aparte 11, cito. “Mando a mis albaceas que la espada que me regaló el Gran Mariscal de  Ayacucho, se devuelva a su viuda para que la conserve, como una prueba del amor que siempre he profesado al expresado Gran Mariscal”, fin de la cita. En el vil asesinato estuvo involucrado el coronel trujillano Apolinar Morillo quien pagó cuarenta pesos a los sicarios, cuyo  autor intelectual fue el general neogranadino  José María Obando. El escritor mexicano Carlos Pereira  afirmaba que: “Sucre, era un copo de nieve sobre un charco de sangre”. Los restos de Sucre permanecieron hasta 1841 en el oratorio de la hacienda El Dean, propiedad de Doña Mariana, cuando fueron trasladados sigilosamente hasta el Convento  de Carmen El Bajo, enterrado al pie del altar de la capilla al lado de Teresita su pequeña hija muerta a los dos años; se hizo saber que estaba enterrado en la iglesia San Francisco.       10

Setenta años después, fueron localizados gracias a la información proporcionada por la señora Rosario Rivadeneira muy allegada a Doña Mariana. Por disposición del Presidente del Ecuador Eloy Alfaro se colocaron sus venerados restos en la Catedral de Quito el 4 de junio de 1900, cuya oración fúnebre a cargo de monseñor Federico González Suárez, obispo de Ibarra quien  diría:…”Si Sucre hubiera podido hablar en Berruecos, no temo asegurar que sus últimas palabras hubieran sido para perdonar a sus asesinos”. En carta de Sucre al general tocuyano  José de la Trinidad Morán  el 12 de diciembre de 1825 manifestaba: “Yo deseo al morir que mis huesos sean enterrados en Quito o lanzados al volcán Pichincha”. La placa colocada en la tumba granítica en la Catedral de Quito reza: “En este mausoleo, descansan bajo la insignia de la cruz, esperando la futura resurrección, los restos del ínclito general Antonio José de Sucre”. Venezuela no ha renunciado en  la tarea de repatriar los restos del Gran Mariscal de Ayacucho. En agosto de 1894 es enviado a Quito el sacerdote Antonio José Sucre y Alcalá para coordinar la búsqueda de los restos de su tío. Diligencia con resultados negativos.  Cuando el presbítero se dirigía al puerto de Guayaquil para regresar a Venezuela, falleció el 17 de julio de 1895 a causa de la fiebre amarilla, es decir que buscando los restos de su tío dejó los suyos en Babahoyo. Doña Mariana Carcelén le escribe al Gral. Obando una carta donde le dice: “Estos fúnebres vestidos, este pecho rasgado, el pálido rostro y el desgreñado cabello, están indicando tristemente los sentimientos dolorosos que abruman mi alma. Ayer esposa de un héroe, hoy objeto lastimero de conmiseración, nunca existió un mortal mas desdichado que yo; la que te habla es la viuda desafortunada del Gran Mariscal de Ayacucho…Yo te lo juro, e invoco por testigo al alto cielo, un corazón más puro y recio que el de Sucre no palpitó en pecho alguno…Cédeme pues los despojos mortales, las tristes reliquias del héroe, del padre y del esposo, y toma en retorno las trémulas imprecaciones de su Patria, de su huérfana y de su viuda”. Nunca habrá palabras suficientes para el análisis total y satisfactorio de la vida y obra del ilustre cumanés, porque siempre descubrimos en él nuevas facetas, modos y anhelos que llenó a perfección. Es como aquellas leyendas de  la Grecia magna que se repiten en miles de versiones todos los días; Sucre es el hombre lección permanente, con una hoja militar de las más brillantes y espectaculares del continente de todas los tiempos. Sus  méritos y actuaciones le permitieron recibir catorce condecoraciones y tres espadas de oro. Formado en la escuela de la guerra, tuvo una academia militar itinerante, es decir el aprendizaje sobre la marcha. Jamás desenvainó su espada para mancharla con sangre inocente; no aplicaba el bien y la justicia por capricho, sino porque le era imposible actuar de otra manera;  era quien se excedía…si pero en generosidad.             11

El distinguido escritor colombiano Mauricio Vargas Linares bien lo conceptúa: “El Mariscal que vivió de prisa”. Corta pero fructífera fue la vida de este joven prócer cumanés; podemos afirmar que vivió apenas un día, por cuanto nació un 3 de febrero y murió un 4 de junio. De una personalidad polifacética moldeada en la fragua del sufrimiento. Creció con los golpes duros de la vida, pero también creció con los toques de su alma benigna. Oímos de su palabra: “Mi vida militar está formada de principios y éstos por mi educación, no ha sido necesaria la revolución para sacarme del lodo, ni mi carrera esta formada por intrigas, ni por circunstancias, sino por servicios prestados y por una conducta, que con la cabeza erguida, sostengo que es intachable”. Bolívar lo define: “Es la cabeza mas organizada de Colombia, es metódico y capaz, de las mas altas concepciones; es el mejor general de la República y su primer hombre de estado”; “Sus campañas necesitan un César para narrarlas.   Es bueno que así sea, y que tengamos una fuente pródiga de verdades a nuestra mano para las duras tareas de hoy y de siempre. Bolívar y Sucre sucumbieron ante la perfidia humana; Sucre acechado por la envidia y el súbito lance en Berruecos, y nuestro Libertador, sufrió la traición y agonía por muchos años; pero ambos también conocieron la inmortalidad en el calor eterno de los `pueblos.

 La Doctrina Sucre producto de  su ejemplar trayectoria como estratega determina que: “El triunfo no crea privilegios”.

“La justicia es la misma antes y después del combate”.



Sucre y la educación. Era para él un compromiso vital, porque a través de ella se logra la felicidad de los pueblos, se esmeraba en fundar escuelas; afirmaba que:

“La buena educación es un caudal mucho mayor que los bienes de fortuna”

 “Educar es el mas alto deber de las autoridades delante de Dios y de los hombres”·

“La educación es el origen de  los buenos ciudadanos y magistrados”.

En la población ecuatoriana de Cuenca consiguió siete escuelas y dejó veinte;  el 19 de octubre de 1822 crea en Quito una Junta, destinada a encargarse de los asuntos de la instrucción pública, raíz del actual ministerio de educación. Instituyó el inglés, la astronomía; propició la creación de la universidad de La Paz, funda la Academia Militar y un Instituto de Ciencias Exactas en la Paz; igualmente el colegio de minas en el Potosí. El 25 de mayo de 1826 en su mensaje al Congreso boliviana dijo:

“Persuadido que un pueblo no puede ser libre, si la sociedad que lo compone no conoce sus deberes  y sus derechos, he consagrado un cuidado especial a la educación pública”.

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En su honor el inicio del período escolar en Bolivia se inicia el 3 de febrero su fecha natal.

Sucre logístico. En esta difícil área que implica el arte práctico de calcular, equipar, mantener  y mover los ejércitos, el establecimiento de las tropas sin atrincherar, y todas las actividades que hagan posibles y exitosas la ejecución y sostenimiento de las operaciones militares  se destaca el  paladín cumanés. Clara evidencia  de su trabajo lo  conocemos cuando después de la batalla de Junín,  en la retaguardia se ocupó de rehacer un maltrecho ejército de dos mil hombres y tenerlos disponibles para salir victoriosos en Ayacucho “Cumbre de la gloria americana”. A tal fin  construyó un hospital de campaña, reparó el armamento individual; utilizaba  el tiempo libre para enseñar a los soldados a  elaborar lanzas y herraduras; decía que el mejor hierro era el de Vizcaya, diseñó mantas para los soldados y para  los caballos; puso en practica una embarcación artillada. Elaboró un tipo de galleta como ración de combate de 30 gramos cada una  con cantidad suficiente para soportar más de siete días de marcha.  En los avances por la fría cordillera andina utilizaba cornetas para guiar a los  soldados en la neblina de las escarpadas, la cual atravesó en tres ocasiones. Preveía cuevas como depósitos avanzados para alimentos durante las largas y fuertes marchas de aproximación; utilizaba bejucos como pasarelas y para construir balsa. Para darle ejemplo a sus subalternos dormía en el suelo y lo hacía apenas  cuatro horas, siempre pendiente de las inmediatas operaciones. En el Alto Perú se esmeró en mejorar la capacidad operativa y en el mantenimiento de los hospitales. En sus pocos tiempos libres jugaba ajedrez.              

Sucre Ingeniero militar. En Caracas estudia en 1808 en la recién creada Escuela de Ingeniería a cargo del coronel español Tomás Mires, donde adquiere conocimientos de: Algebra, agrimensura, topografía, dibujo lineal, fortificaciones, construcciones civiles y táctica militar; es considerado el “Precursor de la Ingeniería Militar en Venezuela”.

Encontrándose en Cartagena de Indias “La heroica”, construye emplazamientos para artillería, fortificaciones y sus famosos pontones. Luego de obtener información de los reconocimientos efectuados por personal de inteligencia conocidos como “montoneros”, Sucre elaboraba las cartas topográficas de las  áreas de operaciones. En los desplazamientos nocturnos se orientaba por las estrellas. Demarcó la carretera desde el Puerto Cobija a Potosí  y hacia varias ciudades, ordenó la construcción de varios caminos, creó un servicio postal con los países vecinos. Dictó decretos para la conservación y buen uso del agua. Fundó escuelas de Minas,  Preocupado por la preservación del ambiente, ordena la siembra de un millón de árboles en el Alto Perú. Rectificó los planos de la Catedral de La Paz.                                       13 

Realizó ajustes al diseño interior de la Catedral de Chuquisaca hoy ciudad Sucre- capital de Bolivia. Construyó en su hacienda en Quito una toma de agua sin perjudicar a los vecinos.   

El Mariscal Sucre y los Niños de la Calle. Una faceta poco conocida del “Abel de América” fue la de su benignidad en la atención de los huérfanos de los soldados muertos en la lucha independentista; a tal fin le escribió a Su santidad el Papa León XII, explicándole su preocupación, la respuesta fue positiva, acompañada de la bendición apostólica. El Convento de San Agustín fue destinado para los niños y el de Santo Domingo para las niñas, se asignaron cinco mil pesos a cada uno para su funcionamiento; el responsable de la educación era el Director de Enseñanza Pública; quien debía supervisar la buena alimentación, uniformes y atención médica. Los jóvenes al egresar como bachilleres, obtenían un arte u oficio y apoyo financiero para desempeñarse como ciudadanos útiles a la nación

Sucre periodista. En Ecuador funda “El Monitor de Quito” en diciembre de 1822 y en Chuquisaca “El Cóndor de Chuquisaca” en 1826.



 Antes de concluir quiero testimoniar el fraterno y sincero agradecimiento al brillante doctor Enrique Mandri Llano, de amplias cualidades profesionales y humanas, por las palabras de contestación y bienvenida, con quien me unen lazos de sincera amistad, lograda a través de las diversas actividades y comisiones donde hemos compartido responsabilidades.  Usted es un libro abierto con páginas de oro de profesionalismo, capacidad de trabajo y don de gente, ejemplo a imitar.   

CONCLUSIÓN. Señores integrantes de la Junta Directiva, Individuos de Número y Miembros Correspondientes de la Academia de Historia del estado Carabobo. Agradecido les dejo a su honorable consideración este trabajo investigativo, con el mejor deseo, entusiasmo y disposición para participar en todas las tareas dispuestas, de manera de cumplir las palabras del filosofo y político inglés Francis Bacon: “Buscar la verdad es derecho y credo de todo hombre libre”. Por ello espero no defraudarlos  y merecer el Sillón “S “. Cuando inicié mis palabras, me referí a nuestros cinco grandes embajadores: Miranda, Bolívar, Andrés Bello, Simón Rodríguez y Sucre; todos ellos murieron fuera del país en difíciles condiciones. Concluyo con unas palabras del “Poeta del pueblo venezolano”, Andrés Eloy Blanco, refiriéndose al término de la vida terrenal de estos grandes cinco paisanos: “Yo no sé que pasa en Venezuela en el centro, en el medio, en la placenta, que el hijo bueno muera afuera  y el malo adentro”.

Señores.

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