miércoles, 28 de diciembre de 2011

General Venezolano, Rafael de Nogalez Méndez

(1879 - 1937)



Fue soldado, viajero; participó en la Primera Guerra Mundial; estuvo presente en la invasión de E.E.U.U a la isla de Cuba, en la Revolución Mexicana; amigo de César Augusto Sandinista (Nicaragua); Oficial del ejército Persa y del ejército Otomano.


Polifacético militar venezolano quien también participara en la busqueda de Oro, Fiebre del Oro; vaquero en Arizona y pescador de ballenas en alaska; Además de amante de los equinos.




A continuación le presentamos su biografía completa, tomada de www.monografia.com




En la literatura autorreferencial pueden encontrarse dos grandes tendencias. Una de ellas es la que podríamos denominar autobiográfica, en la que se expresa la vivencia profunda y el proceso (Gusdorf, 1991; Lejeune, 1994; de Man, 1991) La otra es la memorialista, en la que lo importante es mostrar la participación del protagonista-testigo en un proceso social o histórico Starobinski, 1990; Weintraub, 1993). En ambos casos se conoce a los personajes en distintas facetas, ya sea porque lo íntimo muestra lo exterior porque lo público proporciona información sobre lo privado. Obviamente todos, tanto los que sólo se refieren a sí mismos como los que nunca hablan de sí sino en relación a su momento, dan información sobre la circunstancia social e histórica que les tocó vivir. Silvia Molloy (1996: 114) apunta que el memorialismo en nuestro continente es público en dos sentidos. Porque sólo habla de lo que es de interés común y también porque, por lo general, los autobiógrafos escogen cuidadosamente lo que puede y debe contarse.
En Venezuela no abunda la autobiografía, mas sí el memorialismo. Entre las memorias que nos dan una visión de la historia podemos encontrar las de héroes de la independencia, perseguidos políticos, presos, opositores, ministros y aduladores varios. Hay entre ellas varias etapas, según sea el momento histórico: independencia, guzmanato, castrismo, gomecismo, perezjimenismo y guerrilla de los años 60, esto es, los momentos históricos en los que ha habido cambios históricos importantes para subvertir el orden o una figura caudillista dominante. En estos textos rara vez es protagonista individuo sino el tiempo histórico. Muchas de las memorias o hablan ni siquiera de la circunstancia personal del autor que las escribe, sólo se dedican a hablar de la época. Ser testigos de un evento trascendental, o de la actividad de alguien famoso y reconocido es lo que motiva esas páginas. No hablan de su vida en un momento o en determinada eventualidad, sino de lo que vieron y observaron. No son individuos sino testigos del colectivo. De cierta manera es como si reconocieran que sus actuaciones no tuvieron importancia y que en su vida lo más importante es haber visto lo que otros hicieron. En las memorias venezolanas, entonces, podría distinguirse en primer lugar entre aquellas escritas por los participantes, que son los que hablan de sí y de sus acciones, y las de los testigos, que hablan de cómo observaron tanto una situación como la participación de otros en ésta (Rojo: 2000).
Habitualmente, entonces, en las memorias venezolanas el referente mayor es el político e histórico, mientras que sus autores pasan de cierta manera a segundo plano. Con una excepción, las memorias de Rafael de Nogales Méndez en las que las proezas del protagonista son lo más importante. Este aventurero escribió dos libros autobiográficos en los que sus lances son el punto central. No él como persona, sino él como actor de las distintas hazañas. Estas memorias son una relación de los viajes, acciones militares y aventuras de su narrado, y podrían ser consideradas memorias de la exterioridad porque no hay reflexión introspectiva, pero en ellas el país y la circunstancia histórica no son los protagonistas, sino los avatares del narrador. En ellas no importan sus pensamientos y emociones, sino las acciones que éste emprende.
Rafael de Nogales Méndez, nacido Rafael Inchauspe Méndez en San Cristóbal, Estado Táchira en 1879, fue educado en Alemania, Bélgica y España, donde también recibió instrucción militar. Hablaba, según sus palabras, perfecto español, inglés, francés y alemán, además de árabe y chino. Participó en distintos hechos bélicos: en 1898 estaba junto a los españoles peleando en Cuba contra la invasión estadounidense, en 1902 participa en Venezuela en la llamada Revolución Libertadora, en 1904 participa en la guerra chinojaponesa. En 1908, a la caída de Cipriano Castro, vuelve a Venezuela, se gana la enemistad de Gómez y debe salir del país. Durante la Primera Guerra Mundial, "la guerra venía a ofrecer a mi espíritu militar, su primera y más hermosa oportunidad. Cuando ya no hubo manera de detener el conflicto universal, partí inmediatamente con el objeto de unirme a las naciones latinas de Europa, a pelear por mi raza y por la civilización dentro de la amplia y profunda hermandad latina" (Nogales, 1991, II, 76). No es aceptado como soldado, por lo que viaja a Persia como oficial de la Fuerzas Expedicionarias Turcas, donde se le concede el título de Bey. También es oficial en el ejército regular otomano. El kaiser Guillermo II le concede la Cruz de Hierro y la estrella de Mechedieh. Fue Gobernador Militar de la costa de Palestina. En 1919, en la época de la fiebre del oro, sólo por curiosidad va a Alaska, dice que a descansar luego de sus aventuras en China. Luego fue vaquero en Arizona (en esa época se hacía llamar Nevada Méndez) y pescador de ballenas con los esquimales.
En sus memorias cuenta sus aventuras en todos estos países, haciendo un pormenorizado recuento de sus amigos, relaciones, actividades, costumbres. Uno de los capítulos "Recetario de cocina de un soldado aventurero" está dedicado a comentar las extrañas cosas que comió durante sus andanzas: con los esquimales, aceite y unto de ballena y pescado crudo (con piel, cola y ojos). Gusanos de maguey en México, iguanas y huevos de iguana, caimán en ensalada en América Latina. En Australia culebras, carroña de oveja y carne humana, elefantes y rinocerontes en Africa. Patitas de jaguar y patas de oso pardo, monos asados, guacamayas, joroba de camello, ánguilas eléctricas, tiburón podrido (que permite beber mucho sin emborracharse). Termina el capítulo diciendo: "Se ha generalizado entre la gente la opinión de que un soldado aventurero debe tener, por sobre todo, un bravo corazón. Mis experiencias culinarias son suficientes para demostrar que lo que realmente necesita es un estómago de hierro" (Nogales, 1991: II, 75).
Participó en la Revolución Mexicana. Al final de ésta estuvo al lado de Madero. Después del triunfo de éste, comenta: Pero Nogales no estaba allí. Su destino había sido haber combatido con éxito cuando la revolución estaba casi en el suelo. Ahora que la revolución iba hacia la victoria, muchos generales que habían peleado por su derrota marchaban con éste hacia el final. ¡Mala suerte! Sin embargo, lo que más me gusta es desatar el nudo gordiano. Prefiero las luchas y soluciones difíciles a los banquetes posteriores cuando se hacen los discursos y se distribuyen prebendas por igual a los grandes y a los codiciosos. (Nogales, 1991: I, 195)
De la misma manera que Julio César, usa la tercera persona para hablar de él mismo; al tiempo que muestra el destino del hombre que sólo está en la acción, pero no en el disfrute del triunfo. Fue amigo y colaborador de Augusto César Sandino, y publicó un libro llamado El saqueo a Nicaragua. En los entretiempos planificaba acciones contra Gómez. A la muerte de éste vuelve a Venezuela donde López Contreras, que aparentemente desconfiaba de él porque Nogales siempre estaba en la oposición de todos los gobiernos, le concede un puesto de jefe de aduana en Las Piedras, Estado Falcón. Un año después, muy molesto con el trato recibido, olvidadas sus aventuras y desilusionado con el nuevo régimen, Nogales Méndez renuncia y se radica en Panamá, donde muere de pulmonía después de una operación.
Una de las características del género autobiográfico en Venezuela es la interrelación estilística y fáctica. Así, las autobiografías de los poetas semejan poemas en prosa, y las de los escritores novelas, los historiadores escriben tratados históricos y los artistas plásticos textos en los que priva el sentido visual (Rojo: 2000). Los dos libros autorreferenciales de Rafael de Nogales Méndez (Memorias de un soldado de fortuna, 1932 y Cuatro años bajo la luna llena, 1936) podrían ser considerados el mejor libro de aventuras publicado en nuestro país. El propio autor no lo considera un libro autobiográfico de memorias
Ante todo debo aclarar que no intento escribir una autobiografía. Sólo quiero referirme a las tantas cosas que me han sucedido y cómo he logrado burlar el peligro. No trato de hacer un análisis de mi vida -he vivido tan demasiado ocupado que no le encuentro razones a la solemnidad-.
He vivido en acción, empleado el poder de pensamiento que los dioses juzgaron conveniente otorgarme para un dinamismo permanente y no propiamente para contemplaciones. Por lo tanto, perdonadme o agradecedme si este libro es apenas un completo informe de hacia-donde-vamos-nosotros, cuya respuesta siempre queda en un interrogante. (Nogales, 1991: I, 27) El relato que hace de sus aventuras oscila entre lo que posteriomente será la novela de espionaje, al estilo de Graham Greene, mezclada con algunos capítulos de Tintin y Milou. Si su vida es novelesca, sus memorias son más emocionantes que muchas novelas venezolanas. En ellas va narrando de manera ordenada todos los pormenores de sus hazañas, proezas, peligros, contratiempos y demás azares de la vida. A la manera de una novela antigua, en la que se privilegia el aspecto épico Nogales hace una narración, donde relata las andanzas de un aventurero, él mismo, del que a veces habla en primera y otras en tercera persona. En sus libros no sólo hay narración sino también intriga, suspenso y descripción de ambientes exóticos. El mundo interior no existe, sólo el de las hazañas y peripecias del narrador. A la manera de las novelas de caballerías, en las memorias de Nogales hay una idealización de la vida guerrera y la acción está por encima de la caracterización. El carácter espectacular de sus aventuras es percibido incluso por él mismo: Estos sucesos me parecen ahora excitantes y divertidos, mientras los voy ordenando en mis recuerdos, frente a la máquina de escribir, en la pacífica New York. Frente a mi papel de héroe para película de cine, como entonces me parecía actuar, las cosas eran diferentes. (Nogales, 1991: II, 122).
Al comienzo de sus Memorias hace una distinción entre el aventurero y el caballero andante. El primero es "un iletrado pedante, o socialmente un caballero ocioso, fuera de combate, que no posee una carrera en particular y que siempre está buscando ingeniosamente el modo de hacer dinero, lo que para él es primordial y digno de cualquier culto, aun cuando fuese asesinato, deshonor… (Nogales, 1991: I, 27).
Él, en cambio, es un caballero andante: …un caballero de nacimiento. Para toda voluntaria o desinteresada acción audaz tiene un gesto elegante. A menudo es un soldado de carrera demasiado digno como para vender su espada al mejor postor pero super impaciente para esperar que la guerra lo siga en sus solares. No puede esperarla, la busca, la crea, la inventa y la dirige. No odia sino el orín de su armadura o una disposición pacífica en su alma. Sale al mundo a romper lanzas por sus ideales; el más fuerte de todos está incorporado en la vieja romántica frase actuar o morir. Para algunos hombres no actuar es morir, morir de desagradable muerte espiritual. (…) Me he considerado un ciudadano del mundo en todos los lugares del orbe en que alguna cosa se proyectaba. Un dictador que derrocar. En ejército de patriotas que organizar y dirigir. Una utopía de oro que sobrellevar. Una ballena que arponear. Una injusticia política que señalar para presentarla desnuda al mundo. En medio de todo ello he sostenido un sólo propósito: la liberación de mi país, Venezuela, de la tiranía que lo agobia (…) Dios quiera que la experiencia de mis años de lucha pueda concentrarla con fuerza en ese esperado acontecimiento. (Nogales, 1991: I, 28).
En las Memorias de Nogales Méndez llaman la atención varias cosas, por una parte su cosmopolitismo, comparable al que mostraba Francisco de Miranda en sus diarios. Nogales se siente cómodo en cualquier ambiente, tiene amigos de la más diversa condición, a su llegada a cada país es recibido especialmente por gobernantes, embajadores y cualquier millonario, pero al mismo tiempo se siente feliz con cualquier persona. Sin embargo, a pesar de sus protestas de amistad con ciertos individuos, lo que se siente al leerlo es que Nogales siempre está solo, o que aunque esté acompañado no deja de mirar a los demás con la mirada del otro. El es el extranjero que toma nota y analiza las costumbres y comportamientos de los demás de la misma manera como lo haría un entomólogo.
Al mismo tiempo que observa con mirada curiosa y lejana a las personas, es evidente la relación afectiva que guarda con los caballos, casi siempre yeguas. Siempre hace mención del nombre del caballo con el que logró alguna proeza: con Zamuro participa en una caza de zorro, con Proscrito es vaquero en Nevada, con Dulcita ("mi aplomada y prudente jaca" (Nogales, 1991: I, 150) participa en la cacería de osos, durante la revolución mexicana su jaca es tuerta y se llama Cristalina. Una yegua lo salva en una oportunidad de la picadura de una matacaballo:
Furioso, como si un ser humano hubiera sido muerto a traición en mi presencia, partí en dos la araña con mi machete antes de que pudiera desaparecer en la maleza. (…) La yegüita estaba desangrándose jadeante a mis pies. Me partía el alma la angustia al ver a mi fiel e inteligente compañera, a la cual no podía socorrer. En menos de veinte segundos había muerto. Su cabeza reposando sobre mis rodillas. Sus tristes ojos mirándome. Una mirada que traspasaba mi esqueleto de una gran pena que no me arrepiento en confesar. (Nogales, 1991: I, 225) Su relación con las mujeres es sustancialmente menos afectiva. Durante la primera guerra mundial apunta "Realmente las mujeres, con excepción de aquellas que sirven como enfermeras, se convierten en verdaderos problemas para los ejércitos" (II, 90) Al hablar de las señoras de las tabernas de Alaska en los tiempos de la fiebre del oro, apunta:
Algunas de aquellas amazonas jugaban un papel muy importante, llevando los osos al matadero, es decir, donde ellas querían. Eran especuladoras audaces que fijaban el precio que les convenía, manteniendo el campamento en un continuo escándalo. Tanto en los salones de baile como en lugares menos respetables la disputa de estas damas por los dorados certificados de minas siempre estaba causando molestias. En muchas ocasiones, a algunas de aquellas bellezas blondas o morenas y a sus socios masculinos, hubo que llevarlos a sus casas en camillas. (Nogales, 1991: I, 134) En otra ocasión, visita a un viejo comandante de Juárez y allí conoce a su sobrina, una bella muchacha de pelo negro. No sólo la describe a ella, sino también explica los problemas que traen consigo las mujeres inteligentes: La chica era más vivaz e independiente que la mayoría de las damas mexicanas. El comandante pensó que lo mejor era enviarla a un colegio de Estados Unidos, para limarle aquella libertad ganada en el desierto mexicano (…) La muchacha retornó más independiente que nunca y con avanzados conocimientos. Ahora podía explicar por qué debía ser independiente, discutir con inteligencia y además salir con la razón. Mi amigo el comandante era como un pobre instrumento entre sus manos. (Nogales, 1991: I, 158).
En una ocasión se enamora de una bella mexicana, lo que da pie para que explique la manera de vestirse de las muchachas de la época y, sobre todo, las costumbres de seducción y amorosas, que parecen sacadas de una vieja película de Rodolfo Valentino: una encantadora señorita, vestida color de rosa y con un clavel rojo sobre sus cabellos negros como ala de cuervo, me clavó los ojos y dejó caer descuidadamente su pañuelo, dándome tiempo a desmontarme de mi caballo y recogérselo en una rápida inclinación. (Nogales, 1991, I, 58).
Después de una parranda de tres días, aparece el hermano de Doña Inés, sumamente ofendido, que le dispara, pero el revólver se atasca, por lo que le arrojó el arma a la cara, donde le abre una herida, y apela por su cuchillo. Con tranquilidad Nogales comenta que él sacó el revólver y "se lo vacié todo entero". (Nogales, 1991: I, 58).
Otra de las cosas evidentes es su condición de hombre de acción. En una de sus huidas de Venezuela le pide a un pescador que lo lleve hasta un barco, éste se niega, cuando lo puse en la encrucijada de escoger entre seis tiros o un billete de diez dólares cambió de parecer" (Nogales, 1991: I, 31).
También cuenta su aprendizaje en cosas de la vida: La primera lección, cómo comportarme, la absorbí pronto, desprendiéndome de la mayoría de mis prejuicios europeos y descartando mi monóculo. La segunda, cómo jurar, la aprendí demasiado rápido. En menos de una semana estaba maldiciendo como un soldado, tanto en inglés como en español. La tercera, beber como todo un hombre, fue la más difícil (…) en menos de dos semanas era ya un maestro. (Nogales, 1991: I, 33)..
Nogales cuenta sus aventuras como un proceso de aprendizaje, después de cada evento viene la reflexión. Así, se ríe de los que dicen no conocer el miedo "Si hubiera obtenido un dólar por cada vez que me he asustado -hasta tocar los límites del terror- estaría millonario." (Nogales, 1991: I, 108) Y explica que el temor no tiene que ver con la cobardía, ya que el verdadero valor consiste en sobreponerse al miedo y actuar inmediatamente con inteligencia. Probablemente por la época en la que fueron escritas, muchas de las secuencias recuerdan el tempo y las actuaciones del cine mudo. La descripción del hambre que pasa mientras está en Alaska hace recordar las secuencias de La fiebre del oro, de Charles Chaplin:
Me devanaba los sesos tratando de inventar algún alimento (…) Finalmente decidí hervir un saco de guardar instrumentos, de piel de caribú, que no había sido curtida. Lo herví durante varias horas en agua de la nieve y se lo ofrecí a Dic. Después eché tres pares de mocasines en la caldera y luego raspé trozos de la sustancia resinosa de la madera de la choza. (Nogales, 1991: I, 117).
Su participación en las guerras orientales está recogida en sus dos libros: en Memorias y en Cuatro años bajo la media luna. Si sus Memorias son espectaculares por lo movidas y aventureras, esto se acentúa en Cuatro años pueden encontrarse todos los elementos de las novelas de espías: traiciones, persecuciones, secretos de estado, hechos bélicos de increíble valentía, matanzas sin fin, estrategias sin precedentes, escapatorias al último minuto, salvaciones de la muerte se suceden una después de otra:
Había sido sentenciado a morir por el veneno, el cuchillo o las balas. Sabía demasiado. Había tenido la desgracia de ser el único cristiano, entre los sesenta mil turcos que habían aplastado la revolución de Armenia. Había presenciado escenas de las que ningún cristiano debía ser testigo, para ostentar el privilegio de vivir y contarlas más tarde… quienes habían cometido esos horrendos crímenes se daban cuenta de que si yo llegaba con vida a Costantinopla y divulgaba las informaciones que poseía, se verían en grandes dificultades para justificar su conducta (Nogales, 1991, II, 121).
Pero los libros de Nogales no son únicamente novelas de aventuras. La visión que tiene sobre Venezuela Rafael de Nogales Méndez es particular. Por una parte es la visión de alguien que ama y sufre a su país, pero al mismo tiempo es la visión de un extranjero, que ya ve su propia tierra como algo ajeno. Es por esta razón de entrañamiento y extrañamiento, que en sus libros podemos encontrar una interesante visión sobre los gobiernos de Castro y Gómez.
En las memorias de la época gomecista pueden encontrarse distintas tendencias, las de los opositores, donde se incluyen perseguidos, exilados, prisioneros y "alzados" (Arévalo Cedeño, Arévalo González, Pocaterra, Pío Gil, Blanco-Fombona), la de los partidarios del gobierno (Arcaya, González Guinán, Vallenilla) y la de las personas sencillas que hablan de la pequeña historia, los que observaron y sufrieron los rigores de la dictadura, por lo general en la infancia (Ramón y Rivera, Ruiz Pineda, Michelena). En estos textos, especialmente en los de los opositores y los "gobierneros", la narración de la personalidad prácticamente no existe. En estas memorias el protagonista es el dictador, ya que todas las historias convergen en contar los horrores o defenderse de ellos. Son libros sobre el momento, más que libros que cuenten vidas. Más que autobiografías o memorias son biografías de la dictadura, en las que el personaje principal es Gómez. Es por eso que el libro de Pocaterra se llama Memorias de un venezolano de la decadencia, pues no está contando sólo lo que le pasó a él, sino lo que sucedió a tantos venezolanos de la época.
Lo más interesante de las memorias de este momento es que no hay términos medios. O son una relación de iniquidades o una refutación de infamias, o son críticas feroces o ditirambos. Nogales no sólo era un opositor, también un perseguido político: …la situación que encontré fue desalentadora. Gómez estaba rodeado por los traidores que lo habían ayudado a destronar a Castro y que intentaban embadurnar posiblemente su propio plan por ambas caras. Habían persuadido a Gómez que se dirigiera a Washington para pedir ayuda contra el retorno de Castro, lo que era un precedente siniestro. A esta urgente presión Gómez declaró nula la sentencia favorable a Venezuela, cuyo internacional árbitro estaba totalmente entregado a la controversial Bermúdez Asphalt. Todos estaban temerosos del retorno de Castro, que hubiera significado la pérdida de sus fortunas y probablemente de sus huesos. Sabiendo que un gobierno decente los habría arruinado, hacían lo posible para mantener la administración de Gómez a lo largo de los mismos viejos cauces. (Nogales, 1991: I, 203).
Pero al mismo tiempo que hay un análisis objetivo de la situación del país, también existe la subjetividad engreída del hombre que lo sabe todo y no necesita de mucho para conocer a plenitud una situación:
…sólo tuve que mirar una vez en los pequeños inquietos ojos de Gómez para darme cuenta de que no ocurriría ningún cambio con la caída de Castro. Por lo menos en lo que representaban los altos cauces de Venezuela. (Nogales, 1991: I, 204).
Los excesos de la dictadura son expresados igual que en otras memorias, que parecieran seguir el ejemplo de las Memorias de un venezolano de la decadencia, dar cuenta de los horrores del régimen para que no se olviden:
Oponerse a Gómez, políticamente o de cualquier otra manera, era un crimen que se castigaba con cargo de prisión, lo cual frecuentemente equivalía a la muerte. Las tierras de los prisioneros políticos eran tomadas. Por el sólo hecho de denunciar a un hombre como enemigo del régimen gomecista, se le engrillaba y se le enviaba a un calabozo, muchas veces para el resto de su vida (…) miles de hombres inocentes sufrieron torturas y perdieron sus propiedades por hacerle oposición al dictador, y que otros muchos fueron llevados a trabajos forzados para trabajar en las carreteras. (Nogales, 1991: 207).
El trasfondo económico que permitió que la dictadura continuara también es explicado, al hacer referencia a los "buscadores de puestos", y a los que se aprovecharon de las propiedades confiscadas. También de los brutales métodos que emplearon los cercanos a Gómez para hacerse de las tierras de petroleo, así como las concesiones que obtuvieron algunas compañías por su apoyo. Nogales Méndez nos da otra visión del gomecismo con estos comentarios. Los beneficios que obtuvieron los que apoyaron al dictador se evidencian aquí, y se explica incluso cómo las largas prisiones y los asesinatos tenían sentido para conseguir los bienes de los contrarios. Nogales, que se convierte en un trashumante por ser opositor a Castro, en primer lugar, y posteriormente a Gómez, cuenta en sus Memorias su visión de Gómez:
Mientras permanecía en Caracas observé la iniciación de los acontecimientos que se orientaban a establecer las bases de una dictadura. Pacíficos ciudadanos fueron privados ilegalmente de sus derechos, siendo vendidas sus propiedades por el precio que se les antojó a los amigos de Gómez. Pedí públicamente, a través de la prensa, el restablecimiento de la paz y la libertad, tal como la conocíamos en los viejos tiempos constitucionales. Cuando partí para los estados andinos al final de 1910, una orden de prisión me precedía (Nogales, 1991: 207).
La insurrección contra Gómez ocupa muchas páginas de sus memorias, pero cuando cuenta la huida y la persecución terribles, siendo engañado y traicionado, y con la tensión de la muerte, insospechadamente aparece el dandy:
De modo que salí para Bogotá, donde, para colmo de mi tragedia, llegué sin mi sombrero de copa. Por aquel tiempo nadie podía ser considerado en Bogotá como un auténtico caballero, si no llevaba su pumpá (Nogales, 1991: I, 223).
Aunque muchas veces la cantidad de peripecias que sufre hace pensar que Nogales exageraba su participación en los hechos, sin embargo, en el prólogo de Ana Mercedes Pérez a la edición de las Memorias de 1974, puede verse que esta apreciación es incorrecta. La señora Pérez cuenta cómo conoció a Nogales Méndez en Londres, donde su padre era Cónsul de Venezuela. Relata la importancia que este militar tenía para los ingleses y el miedo de los gomecistas por sus actuaciones. Evidentemente Nogales era un personaje incómodo, porque nunca tenía miedo de expresar sus ideas directamente a los gobernadores de turno y además poseía una experiencia militar que resultaba amenazadora para sus enemigos. Al igual que sucedía con Francisco de Miranda, pasó tantos años en el extranjero que era mal visto por los que no habían salido de su país y consideraban, provincianamente, que se había convertido en un extranjero. Además, compartía con éste la condición de hombre de acción y de pluma. Si bien lo excepcional de su vida lo convirtió en un extraño en su país, esto también es lo que hace que sus memorias sean tan memorables.

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