Fue soldado, viajero; participó en la Primera Guerra Mundial; estuvo presente en la invasión de E.E.U.U a la isla de Cuba, en la Revolución Mexicana; amigo de César Augusto Sandinista (Nicaragua); Oficial del ejército Persa y del ejército Otomano.
Polifacético militar venezolano quien también participara en la busqueda de Oro, Fiebre del Oro; vaquero en Arizona y pescador de ballenas en alaska; Además de amante de los equinos.
A continuación le presentamos su biografía completa, tomada de www.monografia.com
En la literatura autorreferencial pueden encontrarse dos
grandes tendencias. Una de ellas es la que podríamos
denominar autobiográfica, en la que se expresa la
vivencia profunda y el proceso
(Gusdorf, 1991; Lejeune, 1994; de Man, 1991) La otra es
la memorialista, en la que lo importante es mostrar la
participación del protagonista-testigo en un proceso
social o histórico Starobinski, 1990; Weintraub, 1993). En
ambos casos se conoce a los personajes en distintas facetas, ya
sea porque lo íntimo muestra lo exterior porque lo público proporciona
información sobre lo privado. Obviamente todos, tanto los
que sólo se refieren a sí mismos como los que nunca
hablan de sí sino en relación a su momento, dan
información sobre la circunstancia social e
histórica que les tocó vivir. Silvia Molloy (1996:
114) apunta que el memorialismo en nuestro continente es
público en dos sentidos. Porque sólo habla de lo
que es de interés
común y también porque, por lo general, los
autobiógrafos escogen
cuidadosamente lo que puede y debe contarse.
En Venezuela no abunda la autobiografía, mas
sí el memorialismo. Entre las memorias que
nos dan una visión de la historia podemos encontrar
las de héroes de la independencia,
perseguidos políticos, presos, opositores, ministros y
aduladores varios. Hay entre ellas varias etapas, según
sea el momento histórico: independencia, guzmanato,
castrismo, gomecismo, perezjimenismo y guerrilla de los
años 60, esto es, los momentos históricos en los
que ha habido cambios históricos importantes para
subvertir el orden o una figura caudillista dominante. En estos
textos rara vez es protagonista individuo sino
el tiempo
histórico. Muchas de las memorias o hablan ni siquiera de
la circunstancia personal del
autor que las escribe, sólo se dedican a hablar de la
época. Ser testigos de un evento trascendental, o de la
actividad de alguien famoso y reconocido es lo que motiva esas
páginas. No hablan de su vida en un momento o en
determinada eventualidad, sino de lo que vieron y observaron. No
son individuos sino testigos del colectivo. De cierta manera es
como si reconocieran que sus actuaciones no tuvieron importancia
y que en su vida lo más importante es haber visto lo que
otros hicieron. En las memorias venezolanas, entonces,
podría distinguirse en primer lugar entre aquellas
escritas por los participantes, que son los que hablan de
sí y de sus acciones, y
las de los testigos, que hablan de cómo observaron tanto
una situación como la participación de otros en
ésta (Rojo: 2000).
Habitualmente, entonces, en las memorias venezolanas el
referente mayor es el político e histórico,
mientras que sus autores pasan de cierta manera a segundo plano.
Con una excepción, las memorias de Rafael de Nogales
Méndez en las que las proezas del protagonista son lo
más importante. Este aventurero escribió dos libros
autobiográficos en los que sus lances son el punto
central. No él como persona, sino
él como actor de las distintas hazañas. Estas
memorias son una relación de los viajes,
acciones militares y aventuras de su narrado, y podrían
ser consideradas memorias de la exterioridad porque no hay
reflexión introspectiva, pero en ellas el país y la
circunstancia histórica no son los protagonistas, sino los
avatares del narrador. En ellas no importan sus pensamientos y
emociones,
sino las acciones que éste emprende.
Rafael de Nogales Méndez, nacido Rafael Inchauspe
Méndez en San Cristóbal, Estado
Táchira en 1879, fue educado en Alemania,
Bélgica y España,
donde también recibió instrucción militar.
Hablaba, según sus palabras, perfecto español,
inglés,
francés y alemán, además de árabe y
chino. Participó en distintos hechos bélicos: en
1898 estaba junto a los españoles peleando en Cuba contra
la invasión estadounidense, en 1902 participa en Venezuela
en la llamada Revolución
Libertadora, en 1904 participa en la guerra
chinojaponesa. En 1908, a la caída de Cipriano Castro,
vuelve a Venezuela, se gana la enemistad de Gómez y debe
salir del país. Durante la Primera Guerra Mundial,
"la guerra venía a ofrecer a mi espíritu militar,
su primera y más hermosa oportunidad. Cuando ya no hubo
manera de detener el conflicto
universal, partí inmediatamente con el objeto de unirme a
las naciones latinas de Europa, a pelear
por mi raza y por la civilización dentro de la amplia y
profunda hermandad latina" (Nogales, 1991, II, 76). No es
aceptado como soldado, por lo que viaja a Persia como oficial de
la Fuerzas Expedicionarias Turcas, donde se le concede el
título de Bey. También es oficial en el
ejército regular otomano. El kaiser Guillermo II le
concede la Cruz de Hierro y la
estrella de Mechedieh. Fue Gobernador Militar de la costa de
Palestina. En 1919, en la época de la fiebre del oro,
sólo por curiosidad va a Alaska, dice que a descansar
luego de sus aventuras en China. Luego
fue vaquero en Arizona (en esa época se hacía
llamar Nevada Méndez) y pescador de ballenas con los
esquimales.
En sus memorias cuenta sus aventuras en todos estos
países, haciendo un pormenorizado recuento de sus amigos,
relaciones, actividades, costumbres. Uno de los capítulos
"Recetario de cocina de un soldado aventurero" está
dedicado a comentar las extrañas cosas que comió
durante sus andanzas: con los esquimales, aceite y unto
de ballena y pescado crudo (con piel, cola y
ojos). Gusanos de maguey en México,
iguanas y huevos de iguana, caimán en ensalada en América
Latina. En Australia culebras, carroña de oveja y
carne humana, elefantes y rinocerontes en Africa. Patitas
de jaguar y patas de oso pardo, monos asados, guacamayas, joroba
de camello, ánguilas eléctricas, tiburón
podrido (que permite beber mucho sin emborracharse). Termina el
capítulo diciendo: "Se ha generalizado entre la gente la
opinión de que un soldado aventurero debe tener, por sobre
todo, un bravo corazón.
Mis experiencias culinarias son suficientes para demostrar que lo
que realmente necesita es un estómago de hierro" (Nogales,
1991: II, 75).
Participó en la Revolución Mexicana. Al
final de ésta estuvo al lado de Madero. Después del
triunfo de éste, comenta: Pero Nogales no estaba
allí. Su destino había sido haber combatido con
éxito
cuando la revolución estaba casi en el suelo. Ahora que
la revolución iba hacia la victoria, muchos generales que
habían peleado por su derrota marchaban con éste
hacia el final. ¡Mala suerte! Sin embargo, lo que
más me gusta es desatar el nudo gordiano. Prefiero las
luchas y soluciones
difíciles a los banquetes posteriores cuando se hacen los
discursos y se
distribuyen prebendas por igual a los grandes y a los codiciosos.
(Nogales, 1991: I, 195)
De la misma manera que Julio César, usa la
tercera persona para hablar de él mismo; al tiempo que
muestra el destino del hombre que
sólo está en la acción,
pero no en el disfrute del triunfo. Fue amigo y colaborador de
Augusto César Sandino, y publicó un libro llamado
El saqueo a Nicaragua. En los entretiempos planificaba
acciones contra Gómez. A la muerte de
éste vuelve a Venezuela donde López Contreras, que
aparentemente desconfiaba de él porque Nogales siempre
estaba en la oposición de todos los gobiernos, le concede
un puesto de jefe de aduana en Las
Piedras, Estado Falcón. Un año después, muy
molesto con el trato recibido, olvidadas sus aventuras y
desilusionado con el nuevo régimen, Nogales Méndez
renuncia y se radica en Panamá,
donde muere de pulmonía después de una
operación.
Una de las características del género
autobiográfico en Venezuela es la interrelación
estilística y fáctica. Así, las
autobiografías de los poetas semejan poemas en
prosa, y las de los escritores novelas, los
historiadores escriben tratados
históricos y los artistas plásticos
textos en los que priva el sentido visual (Rojo: 2000). Los dos
libros autorreferenciales de Rafael de Nogales Méndez
(Memorias de un soldado de fortuna, 1932 y Cuatro
años bajo la luna llena, 1936) podrían ser
considerados el mejor libro de aventuras publicado en nuestro
país. El propio autor no lo considera un libro
autobiográfico de memorias
Ante todo debo aclarar que no intento escribir una
autobiografía. Sólo quiero referirme a las tantas
cosas que me han sucedido y cómo he logrado burlar el
peligro. No trato de hacer un análisis de mi vida -he vivido tan
demasiado ocupado que no le encuentro razones a la
solemnidad-.
He vivido en acción, empleado el poder de
pensamiento
que los dioses juzgaron conveniente otorgarme para un dinamismo
permanente y no propiamente para contemplaciones. Por lo tanto,
perdonadme o agradecedme si este libro es apenas un completo
informe de
hacia-donde-vamos-nosotros, cuya respuesta siempre queda en un
interrogante. (Nogales, 1991: I, 27) El relato que hace de
sus aventuras oscila entre lo que posteriomente será
la novela de
espionaje, al estilo de Graham Greene, mezclada con algunos
capítulos de Tintin y Milou. Si su vida es novelesca, sus
memorias son más emocionantes que muchas novelas
venezolanas. En ellas va narrando de manera ordenada todos los
pormenores de sus hazañas, proezas, peligros,
contratiempos y demás azares de la vida. A la manera de
una novela antigua,
en la que se privilegia el aspecto épico Nogales hace una
narración, donde relata las andanzas de un aventurero,
él mismo, del que a veces habla en primera y otras en
tercera persona. En sus libros no sólo hay
narración sino también intriga, suspenso y descripción de ambientes exóticos.
El mundo interior no existe, sólo el de las hazañas
y peripecias del narrador. A la manera de las novelas de
caballerías, en las memorias de Nogales hay una
idealización de la vida guerrera y la acción
está por encima de la caracterización. El carácter espectacular de sus aventuras es
percibido incluso por él mismo: Estos sucesos me parecen
ahora excitantes y divertidos, mientras los voy ordenando en mis
recuerdos, frente a la máquina de escribir, en la
pacífica New York. Frente a mi papel de héroe para
película de cine, como
entonces me parecía actuar, las cosas eran diferentes.
(Nogales, 1991: II, 122).
Al comienzo de sus Memorias hace una distinción
entre el aventurero y el caballero andante. El
primero es "un iletrado pedante, o socialmente un caballero
ocioso, fuera de combate, que no posee una carrera en particular
y que siempre está buscando ingeniosamente el modo de
hacer dinero, lo que para él es primordial y digno
de cualquier culto, aun cuando fuese asesinato, deshonor…
(Nogales, 1991: I, 27).
Él, en cambio, es un
caballero andante: …un caballero de nacimiento. Para toda
voluntaria o desinteresada acción audaz tiene un gesto
elegante. A menudo es un soldado de carrera demasiado digno como
para vender su espada al mejor postor pero super impaciente para
esperar que la guerra lo siga en sus solares. No puede esperarla,
la busca, la crea, la inventa y la dirige. No odia sino el
orín de su armadura o una disposición
pacífica en su alma. Sale al
mundo a romper lanzas por sus ideales; el más fuerte de
todos está incorporado en la vieja romántica frase
actuar o morir. Para algunos hombres no actuar es morir, morir de
desagradable muerte
espiritual. (…) Me he considerado un ciudadano del mundo
en todos los lugares del orbe en que alguna cosa se proyectaba.
Un dictador que derrocar. En ejército de patriotas que
organizar y dirigir. Una utopía de oro que sobrellevar.
Una ballena que arponear. Una injusticia política que
señalar para presentarla desnuda al mundo. En medio de
todo ello he sostenido un sólo propósito: la
liberación de mi país, Venezuela, de la
tiranía que lo agobia (…) Dios quiera que la
experiencia de mis años de lucha pueda concentrarla con
fuerza en ese
esperado acontecimiento. (Nogales, 1991: I,
28).
En las Memorias de Nogales Méndez llaman
la atención varias cosas, por una parte su
cosmopolitismo, comparable al que mostraba Francisco de Miranda
en sus diarios. Nogales se siente cómodo en cualquier
ambiente,
tiene amigos de la más diversa condición, a su
llegada a cada país es recibido especialmente por
gobernantes, embajadores y cualquier millonario, pero al mismo
tiempo se siente feliz con cualquier persona. Sin embargo, a
pesar de sus protestas de amistad con ciertos individuos, lo que
se siente al leerlo es que Nogales siempre está solo, o
que aunque esté acompañado no deja de mirar a los
demás con la mirada del otro. El es el extranjero que toma
nota y analiza las costumbres y comportamientos de los
demás de la misma manera como lo haría un
entomólogo.
Al mismo tiempo que observa con mirada curiosa y lejana
a las personas, es evidente la relación afectiva que
guarda con los caballos, casi siempre yeguas. Siempre hace
mención del nombre del caballo con el que logró
alguna proeza: con Zamuro participa en una caza de zorro, con
Proscrito es vaquero en Nevada, con Dulcita ("mi aplomada y
prudente jaca" (Nogales, 1991: I, 150) participa en la
cacería de osos, durante la revolución mexicana su
jaca es tuerta y se llama Cristalina. Una yegua lo salva en una
oportunidad de la picadura de una matacaballo:
Furioso, como si un ser humano hubiera sido muerto a
traición en mi presencia, partí en dos la
araña con mi machete antes de que pudiera desaparecer en
la maleza. (…) La yegüita estaba desangrándose
jadeante a mis pies. Me partía el alma la angustia al ver
a mi fiel e inteligente compañera, a la cual no
podía socorrer. En menos de veinte segundos había
muerto. Su cabeza reposando sobre mis rodillas. Sus tristes ojos
mirándome. Una mirada que traspasaba mi esqueleto de una
gran pena que no me arrepiento en confesar. (Nogales, 1991: I,
225) Su relación con las mujeres es sustancialmente
menos afectiva. Durante la primera guerra mundial apunta
"Realmente las mujeres, con excepción de aquellas que
sirven como enfermeras, se convierten en verdaderos problemas para
los ejércitos" (II, 90) Al hablar de las señoras de
las tabernas de Alaska en los tiempos de la fiebre del oro,
apunta:
Algunas de aquellas amazonas jugaban un papel muy
importante, llevando los osos al matadero, es decir, donde ellas
querían. Eran especuladoras audaces que fijaban el
precio que les
convenía, manteniendo el campamento en un continuo
escándalo. Tanto en los salones de baile como en lugares
menos respetables la disputa de estas damas por los dorados
certificados de minas siempre estaba causando molestias. En
muchas ocasiones, a algunas de aquellas bellezas blondas o
morenas y a sus socios masculinos, hubo que llevarlos a sus casas
en camillas. (Nogales, 1991: I, 134) En otra
ocasión, visita a un viejo comandante de Juárez y
allí conoce a su sobrina, una bella muchacha de pelo
negro. No sólo la describe a ella, sino también
explica los problemas que traen consigo las mujeres inteligentes:
La chica era más vivaz e independiente que la
mayoría de las damas mexicanas. El comandante pensó
que lo mejor era enviarla a un colegio de Estados Unidos,
para limarle aquella libertad
ganada en el desierto mexicano (…) La muchacha
retornó más independiente que nunca y con avanzados
conocimientos. Ahora podía explicar por qué
debía ser independiente, discutir con inteligencia y
además salir con la razón. Mi amigo el comandante
era como un pobre instrumento entre sus manos. (Nogales, 1991:
I, 158).
En una ocasión se enamora de una bella mexicana,
lo que da pie para que explique la manera de vestirse de las
muchachas de la época y, sobre todo, las costumbres de
seducción y amorosas, que parecen sacadas de una vieja
película de Rodolfo Valentino: una encantadora
señorita, vestida color de rosa y
con un clavel rojo sobre sus cabellos negros como ala de cuervo,
me clavó los ojos y dejó caer descuidadamente su
pañuelo, dándome tiempo a desmontarme de mi caballo
y recogérselo en una rápida inclinación.
(Nogales, 1991, I, 58).
Después de una parranda de tres días,
aparece el hermano de Doña Inés, sumamente
ofendido, que le dispara, pero el revólver se atasca, por
lo que le arrojó el arma a la cara, donde le abre una
herida, y apela por su cuchillo. Con tranquilidad Nogales comenta
que él sacó el revólver y "se lo
vacié todo entero". (Nogales, 1991: I, 58).
Otra de las cosas evidentes es su condición de
hombre de acción. En una de sus huidas de Venezuela le
pide a un pescador que lo lleve hasta un barco, éste se
niega, cuando lo puse en la encrucijada de escoger entre seis
tiros o un billete de diez dólares cambió de
parecer" (Nogales, 1991: I, 31).
También cuenta su aprendizaje en
cosas de la vida: La primera lección, cómo
comportarme, la absorbí pronto, desprendiéndome de
la mayoría de mis prejuicios europeos y descartando mi
monóculo. La segunda, cómo jurar, la aprendí
demasiado rápido. En menos de una semana estaba
maldiciendo como un soldado, tanto en inglés como en
español. La tercera, beber como todo un hombre, fue la
más difícil (…) en menos de dos semanas era
ya un maestro. (Nogales, 1991: I, 33)..
Nogales cuenta sus aventuras como un proceso de
aprendizaje, después de cada evento viene la
reflexión. Así, se ríe de los que dicen no
conocer el miedo "Si hubiera obtenido un dólar por cada
vez que me he asustado -hasta tocar los límites
del terror- estaría millonario." (Nogales, 1991: I, 108) Y
explica que el temor no tiene que ver con la cobardía, ya
que el verdadero valor consiste
en sobreponerse al miedo y actuar inmediatamente con
inteligencia. Probablemente por la época en la que fueron
escritas, muchas de las secuencias recuerdan el tempo y las
actuaciones del cine mudo. La descripción del hambre que
pasa mientras está en Alaska hace recordar las secuencias
de La fiebre del oro, de Charles Chaplin:
Me devanaba los sesos tratando de inventar algún
alimento (…) Finalmente decidí hervir un saco de
guardar instrumentos, de piel de caribú, que no
había sido curtida. Lo herví durante varias horas
en agua de la
nieve y se lo ofrecí a Dic. Después eché
tres pares de mocasines en la caldera y luego raspé trozos
de la sustancia resinosa de la madera de la
choza. (Nogales, 1991: I, 117).
Su participación en las guerras
orientales está recogida en sus dos libros: en
Memorias y en Cuatro años bajo la media
luna. Si sus Memorias son espectaculares por lo
movidas y aventureras, esto se acentúa en Cuatro
años… pueden encontrarse todos los
elementos de las novelas de espías: traiciones,
persecuciones, secretos de estado, hechos bélicos de
increíble valentía, matanzas sin fin, estrategias sin
precedentes, escapatorias al último minuto, salvaciones de
la muerte se suceden una después de otra:
Había sido sentenciado a morir por el veneno, el
cuchillo o las balas. Sabía demasiado. Había tenido
la desgracia de ser el único cristiano, entre los sesenta
mil turcos que habían aplastado la revolución de
Armenia. Había presenciado escenas de las que
ningún cristiano debía ser testigo, para ostentar
el privilegio de vivir y contarlas más tarde…
quienes habían cometido esos horrendos crímenes se
daban cuenta de que si yo llegaba con vida a Costantinopla y
divulgaba las informaciones que poseía, se verían
en grandes dificultades para justificar su conducta
(Nogales, 1991, II, 121).
Pero los libros de Nogales no son únicamente
novelas de aventuras. La visión que tiene sobre Venezuela
Rafael de Nogales Méndez es particular. Por una parte es
la visión de alguien que ama y sufre a su país,
pero al mismo tiempo es la visión de un extranjero, que ya
ve su propia tierra como
algo ajeno. Es por esta razón de entrañamiento y
extrañamiento, que en sus libros podemos encontrar una
interesante visión sobre los gobiernos de Castro y
Gómez.
En las memorias de la época gomecista pueden
encontrarse distintas tendencias, las de los opositores, donde se
incluyen perseguidos, exilados, prisioneros y "alzados"
(Arévalo Cedeño, Arévalo González,
Pocaterra, Pío Gil, Blanco-Fombona), la de los partidarios
del gobierno (Arcaya,
González Guinán, Vallenilla) y la de las personas
sencillas que hablan de la pequeña historia, los que
observaron y sufrieron los rigores de la dictadura, por
lo general en la infancia
(Ramón y
Rivera, Ruiz Pineda, Michelena). En estos textos, especialmente
en los de los opositores y los "gobierneros", la narración
de la
personalidad prácticamente no existe. En estas
memorias el protagonista es el dictador, ya que todas las
historias convergen en contar los horrores o defenderse de ellos.
Son libros sobre el momento, más que libros que cuenten
vidas. Más que autobiografías o memorias son
biografías
de la dictadura, en las que el personaje principal es
Gómez. Es por eso que el libro de Pocaterra se llama
Memorias de un venezolano de la decadencia, pues no
está contando sólo lo que le pasó a
él, sino lo que sucedió a tantos venezolanos de la
época.
Lo más interesante de las memorias de este
momento es que no hay términos medios. O son
una relación de iniquidades o una refutación de
infamias, o son críticas feroces o ditirambos. Nogales no
sólo era un opositor, también un perseguido
político: …la situación que encontré
fue desalentadora. Gómez estaba rodeado por los traidores
que lo habían ayudado a destronar a Castro y que
intentaban embadurnar posiblemente su propio plan por ambas
caras. Habían persuadido a Gómez que se dirigiera a
Washington para pedir ayuda contra el retorno de Castro, lo que
era un precedente siniestro. A esta urgente presión
Gómez declaró nula la sentencia favorable a
Venezuela, cuyo internacional árbitro estaba totalmente
entregado a la controversial Bermúdez Asphalt. Todos
estaban temerosos del retorno de Castro, que hubiera significado
la pérdida de sus fortunas y probablemente de sus huesos. Sabiendo
que un gobierno decente los habría arruinado,
hacían lo posible para mantener la
administración de Gómez a lo largo de los
mismos viejos cauces. (Nogales, 1991: I, 203).
Pero al mismo tiempo que hay un análisis objetivo de la
situación del país, también existe la
subjetividad engreída del hombre que lo sabe todo y no
necesita de mucho para conocer a plenitud una
situación:
…sólo tuve que mirar una vez en los
pequeños inquietos ojos de Gómez para darme cuenta
de que no ocurriría ningún cambio con la
caída de Castro. Por lo menos en lo que representaban los
altos cauces de Venezuela. (Nogales, 1991: I,
204).
Los excesos de la dictadura son expresados igual que en
otras memorias, que parecieran seguir el ejemplo de las
Memorias de un venezolano de la decadencia, dar cuenta de
los horrores del régimen para que no se
olviden:
Oponerse a Gómez, políticamente o de
cualquier otra manera, era un crimen que se castigaba con cargo
de prisión, lo cual frecuentemente equivalía a la
muerte. Las tierras de los prisioneros políticos eran
tomadas. Por el sólo hecho de denunciar a un hombre como
enemigo del régimen gomecista, se le engrillaba y se le
enviaba a un calabozo, muchas veces para el resto de su vida
(…) miles de hombres inocentes sufrieron torturas y
perdieron sus propiedades por hacerle oposición al
dictador, y que otros muchos fueron llevados a trabajos forzados
para trabajar en las carreteras. (Nogales, 1991:
207).
El trasfondo económico que permitió que la
dictadura continuara también es explicado, al hacer
referencia a los "buscadores de
puestos", y a los que se aprovecharon de las propiedades
confiscadas. También de los brutales métodos
que emplearon los cercanos a Gómez para hacerse de las
tierras de petroleo, así como las concesiones
que obtuvieron algunas compañías por su apoyo.
Nogales Méndez nos da otra visión del gomecismo con
estos comentarios. Los beneficios que obtuvieron los que apoyaron
al dictador se evidencian aquí, y se explica incluso
cómo las largas prisiones y los asesinatos tenían
sentido para conseguir los bienes de los
contrarios. Nogales, que se convierte en un trashumante por ser
opositor a Castro, en primer lugar, y posteriormente a
Gómez, cuenta en sus Memorias su visión de
Gómez:
Mientras permanecía en Caracas observé la
iniciación de los acontecimientos que se orientaban a
establecer las bases de una dictadura. Pacíficos
ciudadanos fueron privados ilegalmente de sus derechos, siendo vendidas
sus propiedades por el precio que se les antojó a los
amigos de Gómez. Pedí públicamente, a
través de la prensa, el
restablecimiento de la paz y la libertad, tal como la
conocíamos en los viejos tiempos constitucionales. Cuando
partí para los estados andinos al final de 1910, una orden
de prisión me precedía (Nogales, 1991:
207).
La insurrección contra Gómez ocupa muchas
páginas de sus memorias, pero cuando cuenta la huida y la
persecución terribles, siendo engañado y
traicionado, y con la tensión de la muerte,
insospechadamente aparece el dandy:
De modo que salí para Bogotá, donde, para
colmo de mi tragedia, llegué sin mi sombrero de copa. Por
aquel tiempo nadie podía ser considerado en Bogotá
como un auténtico caballero, si no llevaba su pumpá
(Nogales, 1991: I, 223).
Aunque muchas veces la cantidad de peripecias que sufre
hace pensar que Nogales exageraba su participación en los
hechos, sin embargo, en el prólogo de Ana Mercedes
Pérez a la edición
de las Memorias de 1974, puede verse que esta
apreciación es incorrecta. La señora Pérez
cuenta cómo conoció a Nogales Méndez en
Londres, donde su padre era Cónsul de Venezuela. Relata la
importancia que este militar tenía para los ingleses y el
miedo de los gomecistas por sus actuaciones. Evidentemente
Nogales era un personaje incómodo, porque nunca
tenía miedo de expresar sus ideas directamente a los
gobernadores de turno y además poseía una
experiencia militar que resultaba amenazadora para sus enemigos.
Al igual que sucedía con Francisco de Miranda, pasó
tantos años en el extranjero que era mal visto por los que
no habían salido de su país y consideraban,
provincianamente, que se había convertido en un
extranjero. Además, compartía con éste la
condición de hombre de acción y de pluma. Si bien
lo excepcional de su vida lo convirtió en un
extraño en su país, esto también es lo que
hace que sus memorias sean tan memorables.
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