Texto del libro: Cacique Guanaguanay: Defensor de Maturín, el 25 de mayo de 1813
Después de dos combates en Maturín, Manuel Piar y su gente mantienen
el control militar, esta resistencia de éxito de los patriotas
independentistas, llega a oídos del Capitán General en Caracas, el
español Domingo Monteverde, se entera de la ocupación de la plaza de
Maturín por los revolucionarios venezolanos, y decide personalmente
acabar con los patriotas acantonados, observan Baralt y Díaz. 1841. “Con
este intento tomó en Caracas 260 veteranos que la regencia había
destinado a Santa Marta, agregó a ellos algunas tropas de Coro y varios
soldados de marina, y el 27 de abril se embarcó en la Güaira, dejando al
Coronal Tiscar para mandar en su ausencia”, [1] con la intención de reducir a los defensores de la Sultana del Guarapiche, quienes enarbolaban la causa de la libertad.
Domingo Monteverde al llegar a Barcelona el 5 de mayo, publica la siguiente proclama, para amedrentar a los patriotas: ” Con
la misma facilidad con que se disipa el humo al impulso del viento, así
desaparecerán los facciosos de Maturín, por el valor y la fortaleza de
los soldados del Rey, que tengo el honor de conducir a la victoria”[2]
Es lógico pensar que los patriotas acantonados en Maturín, al saber
la llegada del Capitán General de Venezuela, se prepararon
psicológicamente para enfrentarlo con orgullo, apremio de verdadera
fuente viva de los pueblos, como es su libertad, principios genuinos de
autodeterminación por la patria y la soberanía nacional. Viva para
siempre la memoria de los héroes de nuestra independencia.
Esta insistencia de Monteverde fue una alerta máxima para Manuel
Piar, porque el que venía era el jefe supremo del gobierno español en
Venezuela, y por supuesto manejaron intermitentes estrategias defensiva
en pro de conservar la plaza de Maturín. Arma su táctica con su más
cercano oficial Francisco Azcúe, de profesión ingeniero, fortalecieron
las trincheras, aumentan con la participación indígena de 500 a 700
soldados y establecieron espionajes en toda la geografía circunvecina,
Piar alertó a sus tropas y los animaba con la siguiente frase, al saber
la proximidad de Monteverde un día antes del combate.
“Soldados, no desmintáis en esta solemne ocasión el heroísmo que
otras veces hemos tenido; un esfuerzo más y habréis salvado a la
patria de los verdugos. Pelead con furor y obtendréis la victoria.” [3]
En el amanecer del 25 de mayo de 1813, las tropas de Domingo
Monteverde se encontraban en La Cruz, y desfilaron hacia el Alto del
Otero, frente a Maturín, actualmente este sitio lo denominan, (Alto de
los Godos) y les envió a las siete de la mañana con un oficial de alto
grado, la siguiente comunicación:
Al Comandante o Comandantes en lo militar y político de Maturín.
Son muy conocidas la humanidad de mis sentimientos y la
moderación de la reconquista en todos los pueblos de Venezuela que no se
han obstinado en volver de sus extravíos y reconocer a su legítimo
soberano. Si la guarnición y jefes de ese pueblo desgraciado prosiguen
en su obstinación y no se entregan en el espacio de dos horas para
evitar toda efusión de sangre de los miembros de una misma familia y de
una misma nación, serán abandonados por mí al furor irresistible de
mis soldados que ansían por reivindicar el honor de las armas nacionales
y por destruir a los enemigos de la paz, de la justicia y de la
felicidad de estas poblaciones pacíficas. (Marcano, 1909, p. 21)
Campo frente de Maturín, 25 de mayo de 1813
Domingo Monteverde
Los generales, Manuel Piar y Francisco Azcúe
Le responden a Domingo Monteverde
Manuel Piar y Francisco Azcúe, con una sola poderosa razón,
verdaderamente válida en esta situación histórica, animaron el clamor de
los patriotas venezolanos en defensa del espacio y el alma nacional,
con claras estrategias para detener la caballería que lo superaban el
doble; abrir camino de esperanza y heroísmo, hacia un encuentro con la
victoria, respondieron las provocaciones de los subversivos realistas en
los siguientes términos:
Si hubo un tiempo en que las fementidas promesas fueron capaces
de engañar a los americanos, y bajo de ellas experimentar la porción de
males que sabe el mundo entero padecieron tantas honradas familias;
rompiendo la venda que los cegaba, y disípese la negra nube que ocultaba
un Jefe como vos, que con rostro sereno entregaba los inocentes pueblos
al furor y a la saña de hombres bandidos e inmorales. Con este
conocimiento, el pueblo de Maturín, sus virtuosos moradores y los jefes
que los mandan, sólo se encuentran con las laudables intenciones de
defender su libertad hasta perder la vida. (Marcano, 1909, p. 21).
El capitán general Domingo Monteverde, al leer la respuesta de los
generales Piar y Azcúe, inicia la batalla a las ocho de la mañana, pero
los compatriotas dirigidos por el general en jefe Manuel Piar y
Francisco Azcúe con apenas 700 compañeros, le propinaron completa
derrota al representante español, quien se hizo acompañar de dos mil
hombres para tomar la plaza de Maturín. Después de cinco horas de
combate, el Jefe español, huyó dejando en su lastre más de quinientos
muertos, prisioneros, artillería, fusiles, pertrechos y equipajes del
ejército.
De cualquier punto de vista humano, El comandante
José Miguel Guanaguanay es el punto de lanza, coraje y fuerza patria,
porque hay que tener convicciones serias de trasladarse de un lugar tan
lejos a pelear a favor de la libertad y autodeterminación y por otro
lado a convencer a los suyos la necesidad de estar presente frente a un
ejército, con más integrantes en sus fuerzas tanto de armas y
artillería. Después de recorrer larga travesía desde Punceres
hacia Maturín, pasar el río Guarapiche que la bordea para estar
presente con su gente y enfrentar al capitán general de Venezuela
Domingo Monteverde, en la trifulca nuestro héroe murió con toda su tribu
en esta tercera batalla gloriosa de la historia de Venezuela. A la una
de la tarde cinco horas después, culminan los enfrentamientos, según
consta del oficio difundido por el propio Monteverde, escrito el 26 de
mayo de 1813 en Barcelona.
Francisco Javier Yánez, político venezolano que nació en 1776 y murió
en 1846, presenta en su libro Historia de la provincia de Cumaná, el
informe del ejército republicano cinco días después de la batalla:
Cuartel de Maturín, 25 de mayo de 1813. 1º de nuestra restauración.
José Francisco Azcúe. Manuel Piar. Al Comandante de las tropas
españolas.
A las siete de la mañana del 25 del corriente. Su jefe Monteverde
mandó hacer alto, y remitió con un parlamentario la intimación de que
se le rindiese la guarnición dentro de dos horas. Recibida la
contestación se rompió el fuego a que se contestó por nuestra parte con
tan buen acierto, que el primer cañonazo les quitó
tres hombres, el segundo otros tres con un abanderado, y así
sucesivamente en aumento hasta que a poco rato se vio obligado el jefe
enemigo a prevenir la retirada. Aunque Monteverde en su marcha aseguraba
el triunfo de la campaña, conoció el peligro de la retirada en un
evento desgraciado; la previno a su tiempo creyendo que siempre sería
tan fácil querer y mandar, como ejecutar con suceso; pero en este
momento le hizo ver un capitán de las compañías de Santa Marta la
dificultad de realizarlo sin perecer el ejército, y la necesidad de
apurar el ataque hasta vencer. Así lo hizo el conquistador, pero con tan
mal éxito, que no sólo pereció el ejército, sino que también hubiera
perecido él mismo a no ser por una casualidad, y las medidas anticipadas
que el General tenía acordadas con respecto a su persona y agregados
inmediatos” [4]
Pasada la una de la tarde, los nervios, el cansancio y la fatiga de
los soldados se confundían con la alegría de haber triunfado al propio
Capitán General de Venezuela; gritaban, comentaban entre ellos la
estrategia desplegada, como también lamentaban la muertes de patriotas
que lo dieron por el todo, entre ellos al Cacique José Miguel
Guanaguanay quien vino de Punceres con toda su tribu.
En el campo de batalla quedaron muertos de los enemigos cuatrocientos
setenta y nueve, veinte y siete oficiales de la plana mayor, con muchos
heridos y prisioneros. Se tomaron tres cañones, de los cuales dos eran
de ocho, y uno de cuatro, un morterete con sus correspondientes
granadas, un cajón de hachas incendiarias, una gran cantidad de
pertrechos, fusilería, cajas, banderas, etc., seis mil pesos en plata,
los cofres del General y algunos oficiales, y por decirlo de una vez un
botín que valdrá sobre cuarenta mil pesos. La victoria fue tan completa
que hasta la famosa música del batallón veterano de Caracas cayó en
nuestro poder. Maturín, 30 de mayo de 1813” (Yánez, 1983, p. 87).
Después de la batalla, cuenta Rafael María Baralt “Tendidos quedaron
en el campo 479 hombres, entre los cuales 27 oficiales, y por despojos
cinco cañones, multitud de fusiles y pertrechos, seis mil pesos en
plata, otras cosas de valor y el equipaje de Monteverde”[5] .
Pasado los días se difundían cánticos, corridos y poemas entre la
población alusivos al enfrentamiento bélico frente a Maturín (Alto de
los Godos). Entre muchas canciones el Maestro Pedro Elías Marcano,
recopiló esta copla que publicó en 1909, en la imprenta de José E.
Martínez de Cumaná, (P. 22).
I
Ya Monteverde pensaba
almorzar en Maturín,
y se le secó la rama
para sécula sin fin.
II
De la Hoz corrió volando
con su cobarde pandilla,
pues de nada le valieron
Zuazola y Bobadilla.
III
Los españoles llegaron
a rendir a los patriotas,
y de Maturín salieron
sufriendo grandes derrotas.
Al pueblo de Maturín que resistió con valor en los predios del Alto
del Otero (hoy Alto de los Godos), se le debe brindar fraternal ovación
en memoria de las cinco batallas registrada durante los años de 1813 y
1814. Su Excelencia el Libertador Simón Bolívar los bautizó como Sepulcro de Tiranos,
el 29 de octubre del 1818; cuando estuvo en esta ciudad de Maturín,
por tres días en la casa del general Andrés Rojas, sitio ubicado frente
la plaza Bolívar, donde hoy queda la tienda Tropical Sport.
La Tercera Batalla frente a Maturín, en el sitio del Alto del Otero (Hoy Alto los Godos), Honra
la memoria de esta parroquia asentada en tierra revolucionaria e
independentista, establecer encuentro de relevancia histórica en las
páginas triunfantes de la Venezuela soberana, que sembró sus recuerdos
en el predio maturinés, siendo un acontecimiento de acentuado impulso
para la investigación nacional y local, donde ha sido notable el
concurso fecundo de cronistas e historiadores, en la articulación de
los más diversos segmentos de la historia monaguense.
[1] Baralt, Rafael María, y Díaz Ramón. 1841. Resumen de la Historia de Venezuela. (P. 115).
[2] Id. Baralt. 1841. (P. 115).
[3] Marcano
Pedro Elías. 1909. Defensa Patriótica de Maturín en 1813, editado en la
imprenta de José E. Martínez en Cumaná. Reeditado por la imprenta del
Estado Monagas en 1941 (P. 19).
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